El crecimiento de 4,3% registrado en el tercer trimestre en Estados Unidos —muy superior al 3,2% esperado por analistas de mercado— muestra el importante dinamismo de la principal economía del mundo, contrariamente a la mirada pesimista que se había venido consolidando a partir de las políticas económicas del Presidente Donald Trump y de la natural desaceleración luego de años de fuerte impulso macroeconómico. Los datos evidencian la fortaleza norteamericana y, de alguna manera, cuestionan las visiones más negativas que se han planteado sobre ese país.

Además del impulso de la inversión privada, empujada por el boom de la inteligencia artificial (IA), y del alto gasto fiscal, la principal contribución a esta cifra viene dada por el crecimiento del consumo, que sigue mostrando hogares con niveles de ingresos altos y perspectivas económicas relativamente sólidas. Esto último contrasta con distintas mediciones de la confianza de los consumidores, que se ha deteriorado en los últimos meses y que anticipa, de acuerdo con la mayoría de los analistas, una desaceleración del consumo privado en los próximos trimestres. Más allá de la evidente incertidumbre sobre la sostenibilidad de este impulso, las cifras auguran un período positivo para la economía global en los próximos trimestres.

Esto ha sido naturalmente destacado por el Presidente Trump, argumentando que sus políticas han impulsado la bolsa y la actividad. Es siempre complejo atribuir una causalidad a la actividad económica en un año específico, y en este caso esa relación es particularmente compleja. Por una parte, los desarrollos tecnológicos y la fiebre por la IA tienen una fuerza que va más allá del ciclo político, y han abierto debates en su propio mérito respecto del tamaño de las inversiones, de su impacto en la productividad agregada y en la rentabilidad de las empresas que las hacen. Por ahora, el mercado —y aparentemente los consumidores— parecen estar viendo un desarrollo de alto impacto positivo.

Pero quizá más relevantes son los debates sobre políticas económicas en EE.UU. Desde el “día de la liberación”, el país ha impulsado políticas proteccionistas y, en algunos casos, importantes distorsiones en el funcionamiento de los mercados. No solo los impactos de estas políticas no son inmediatos, sino que muchas de estas decisiones han sido revertidas —por lo menos parcialmente— en respuesta a fuertes reacciones de mercado. Concluir que las distorsiones no tienen impactos económicos negativos sería temerario y podría tener complejas repercusiones sobre muchos países que, inevitablemente, ven en EE.UU. un referente global en materia económica.