Empieza la retirada. Y van saliendo del clóset, donde se guardaron por razones de sobrevivencia, los estilos, discursos y convicciones originales.
Se esfuma la tesis del aprendizaje, la madurez en el ejercicio del poder que proclamaron con orgullo los tutores del viejo progresismo. El Frente Amplio y el Partido Comunista regresan al lugar desde donde desembarcaron en La Moneda hace cuatro años.
Han vuelto a coquetear veladamente con la cancelación. Sus objetivos: mujeres del futuro gobierno. Primero fueron contra Mara Sedini, la vocera del presidente electo, asediada por las efectivas brigadas de redes sociales. Ahora el turno ha sido para la futura primera dama, nada personal han dicho, pero que vaya empoderándose en esa posición lo estiman un retroceso. Hasta Irina Karamanos reapareció en escena con un posteo de antología —criticado con pudor por las compañeras socialistas— para recordarnos que en su fugaz paso por La Moneda decretó su extinción.
Como antes, como siempre, reafirman que, desde sus sororos zapatos, el reconocimiento de la igualdad de derechos y dignidad, la condena a la violencia política de género son exigencias que no alcanzan para las mujeres que abrazan la derecha.
Vuelve en gloria y majestad la aspiración de monopolizar el poder. Si perdieron, que al menos no se note en las reparticiones de la República, a las que pretenden apernar a militantes y activistas contratados en estos años. La idea es garantizarles “estabilidad laboral”, han dicho. Veremos qué destino tiene en el Congreso el proyecto de reajuste salarial para los funcionarios públicos, adornado con barreras para impedir al futuro gobierno organizar sus equipos.
Reaparece también el viejo anhelo de los medios de comunicación estatales. El Gobierno ha propuesto el proyecto que crea las radios públicas nacionales, para garantizar “un acceso equitativo a información”. Detrás de ese eufemismo persiste la idea de tutelar los contenidos que circulan en medios de comunicación, que ha rondado en todo el mandato presidencial, desde la Comisión Asesora contra la Desinformación. No vaya a ser que los ciudadanos se tomen demasiado en serio la libertad de expresión y la sociedad emprenda caminos distintos a los que indica la izquierda.
Ha vuelto el desprecio al resultado de las elecciones cuando no les favorecen. Y el intento de encapsular la derrota en lo administrativo (la gestión) o lo comunicacional (las fake news). Tal vez en la intimidad de sus tertulias reflexionaran sobre el fondo: la distancia entre la visión de sociedad que aspiran a imponer, cuya expresión más nítida estuvo en la Convención, y la que interpreta hoy a una mayoría.
¿El Partido Comunista? Haciendo lo suyo: llama a “la movilización amplia y unitaria” y fija como objetivo “impedir que la tendencia de derechización y autoritarismo que hoy se expresa electoralmente se proyecte en el tiempo”. Todo, como siempre, explicado ante el país en el extraño lenguaje de su presidente, quien no se arruga cuando se le pregunta por la pasividad en las calles mientras han sido gobierno.
Salvo los ingenuos, todos entendemos de qué habla el PC cuando llama a movilizarse y la amenaza al orden institucional que subyace en ello. Si tiene dudas, puede repasar su actuación a partir de octubre del 2019.
Desde ya desecharía la posibilidad de una izquierda radical comportándose en la oposición con respeto político. Tal vez sea una oportunidad para la otra izquierda, la que se apellida democrática: diferenciarse o plegarse.
Por ahora, el Frente Amplio y sus socios PC se van retirando por la puerta de atrás.