Señor Director:

Hemos leído en esta tribuna, y también en el suplemento Artes y Letras de “El Mercurio”, los enormes beneficios de la lectura. Leer estimula la mente, enriquece el lenguaje, desarrolla el sentido crítico, genera reflexión, eleva la calidad de la conversación y atiza la imaginación. Por otro lado, leer provoca placer y paz interior. Nos permite escapar de esa tensión toxica del algoritmo de las redes sociales, del estrés, de la ansiedad de lo inmediato, de la miseria de lo banal. Leer es como descansar de uno mismo.

Pero eso no es todo. Estudios científicos afirman que la lectura tiene una importancia relevante en la salud del cerebro. Al leer una frase como esta: “Bajo el trinar de las gaviotas, el viejo pescador caminaba descalzo por el muelle carcomido, mientras el viento salado azotaba su rostro enjuto”, nuestro cerebro activa el sentido del olfato (el olor a salado); del tacto (el roce de los pies sobre el muelle desvencijado); del oído (el canto de esas aves), además de imaginar todo el entorno.

El cerebro del lector “vive” sensorialmente esa escena. Todo ello genera una conexión de neuronas, que según esos estudios potencia el encéfalo del lector y detiene o retarda las enfermedades neurodegenerativas (alzhéimer) en un 32% respecto de los no lectores.

Al final, perderse en un libro engendra cultura, es un sedante natural y una regeneración cerebral.

Fabio Valdés C.