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Editorial
Lunes 22 de diciembre de 2025
El dilema europeo
En tiempos de turbulencia geopolítica y cuando necesita demostrarle a Donald Trump que no es un continente “decadente”, con “líderes débiles”, Europa decidió jugarse a fondo para ayudar a Ucrania, pero solo después de fracasar en un acuerdo para usar los depósitos congelados de Rusia, por 210 mil millones de euros.
La credibilidad y el prestigio de los europeos estaban en juego, pues después de meses en que Estados Unidos y Rusia habían prescindido de ellos para avanzar en negociaciones sobre la paz en Ucrania, esta era una oportunidad para jugar un papel decisivo. Pero en la cumbre de Bruselas, el fin de semana, no todos los países de la Unión Europea estaban dispuestos y había divisiones profundas. “Tenemos una elección simple, o más plata hoy o sangre mañana”, fue la disyuntiva planteada por el Primer Ministro polaco. Fue imposible, sin embargo, consensuar el uso de los fondos soberanos rusos, que hubieran sido entregados a Kiev como préstamo a ser devuelto con las reparaciones que supuestamente Rusia tendría que pagarle por la invasión.
El Canciller alemán, Friedrich Merz, y la presidenta de la Comisión de la UE, Ursula van der Leyen, eran los grandes impulsores de este plan, para dar una señal de “fortaleza y determinación”, pero que terminó dejando a la vista las diferencias. Francia e Italia se mostraban reticentes, mientras Hungría lo creía “una estupidez”, como dijo Viktor Orban, pues “hay dos países en guerra y quieren tomar el dinero de uno y dárselo al otro”. Pero el gran opositor era Bélgica, donde está la mayor parte de los depósitos rusos. Los belgas exigían garantías financieras de la UE para protegerse de las amenazas de represalias de Moscú, que ya ha interpuesto demandas judiciales. Ante este obstáculo insalvable, se decidió otro camino: otorgar un crédito con aval de la UE (en el que no tendrán parte ni húngaros, ni checos, ni eslovacos) de 90 mil millones de euros, que servirán para cubrir las necesidades financieras ucranianas, al menos, en 2026. Esto salvó la situación, pero dejó la credibilidad de los europeos por el suelo, pues venían discutiendo hace meses la posibilidad de usar la plata rusa, una solución “legítima y justa”, según Volodimir Zelenski, porque Rusia está destruyendo su país.
Mercosur, otro motivo de divisiones
Que Europa está preocupada de la insignificancia de su poder e influencia frente a la administración Trump, es un hecho. La publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de Trump, que describe a un continente en decadencia, próximo al derrumbe y que será “irreconocible en los próximos 20 años”, marcó un hito en las relaciones transatlánticas. En Bruselas, Van der Leyen acusó el golpe e instó a hacer esfuerzos para que la política exterior del bloque sea creíble. “No podemos permitir que la visión de mundo de otros nos defina. Ninguno debe sorprenderse por lo que otros digan de nosotros. No es la primera vez que supuestos sobre Europa están obsoletos”, afirmó.
Pero sus palabras no fueron suficientes para alinear a los europeos, que tuvieron otro traspié político con el aplazamiento del acuerdo con el Mercosur, negociado por 25 años y que se esperaba fuera firmado el sábado, en Brasil. La revista The Economist fue lapidaria: “La sensación de que Europa está fracasando en comprender el momento geopolítico se repitió”. Para la UE es imprescindible abrir nuevos mercados, ante las dificultades con su principal socio, EE.UU., que ha triplicado los aranceles este año, y las tensas relaciones comerciales con China. El Mercosur es un área atractiva para las exportaciones europeas, pero agricultores de Francia, Bélgica y Polonia, principalmente, se resisten a competir con sus contrapartes sudamericanas, mientras los industriales italianos también ponen resistencia, lo que impulsó a Giorgia Meloni a proponer una pausa. Macron había dicho que “el acuerdo es insuficiente y no puede firmarse”.
Ante las discrepancias entre los socios y las protestas de agricultores en las calles de Bruselas, se aprobaron nuevas salvaguardas, con una cláusula que crea un mecanismo para suspender las ventajas arancelarias, “si se detectan graves distorsiones” que afecten a sectores europeos “sensibles”, y se amplió el plazo hasta enero para aprobarlo. Se necesita el respaldo de al menos 15 países miembros, que representen el 65 por ciento de la población de la UE. Eso deja el voto de Francia o de Italia como imprescindible, porque Polonia ya dijo que lo rechazará. También en este tema Merz es proactivo y presiona, porque “si la UE quiere seguir siendo creíble en su política comercial mundial, deben tomarse decisiones” ahora.
Ucrania: Trump quiere acuerdo para Navidad
El tiempo corre, y la guerra que Trump dijo que resolvería en 24 horas no ha concluido, a once meses de su llegada a la Casa Blanca. Pero no se puede negar que ha hecho esfuerzos, si bien a nadie, excepto a Vladimir Putin, han dejado satisfecho. El fin de semana se tuvieron reuniones clave en Miami, con su enviado especial, Steve Witkoff, y su yerno, Jared Kushner, sentados frente a los delegados rusos.
Días antes, en Berlín, los europeos finalmente pudieron hacer su aporte a las tratativas, acordando el tema clave de las garantías de seguridad para Ucrania, que estarían dadas por una fuerza multinacional europea, respaldada por EE.UU., en suelo ucraniano, con un compromiso similar al de la OTAN: “Un ataque a uno es ataque a todos”. Ucrania cedería territorio, pero sin darle soberanía a Rusia, la que se negociaría por vía diplomática. Está por verse si Putin lo acepta.