Como primer destino de su acción exterior, el Presidente electo, José Antonio Kast, viajó a Buenos Aires para entrevistarse con el Presidente Javier Milei. La temprana distinción de Argentina por el Presidente electo, también reconocida por sus predecesores, coincide plenamente con la prioridad binacional de fortalecer los densos lazos históricos y culturales, basados en valores y principios compartidos desde la lucha por la independencia; continua integración física a través de una de las fronteras más extensas del mundo, y estrecha cercanía entre ambos pueblos, que ha permitido solucionar diferencias limítrofes amistosamente.

No obstante, subsisten barreras, regulaciones burocráticas innecesarias y deficiencias en la infraestructura vial que dificultan el tránsito de productos, turismo e inversiones fronterizas, especialmente relevantes para las proyectadas en el sector minero. Particularmente molestas, a pesar de los anuncios y compromisos de sucesivos gobiernos, son las largas esperas, por trámites absurdos, en las aduanas de pasos terrestres.

El enorme potencial de las relaciones con Argentina tiene una sólida base en la complementación, el creciente intercambio de bienes y servicios, los numerosos convenios suscritos en las últimas décadas surgidos del Tratado de Paz y Amistad de 1984, y los acuerdos entre provincias limítrofes. No obstante, durante años, la crisis económica, controles cambiarios y el cúmulo de restricciones a la producción e inversiones en Argentina provocaron desinversión y pérdidas a empresas chilenas, y un gigantesco déficit comercial desfavorable para nuestras exportaciones, inferiores nueve veces a las argentinas. Otra brecha sucede en las inversiones, derivada de la escasa y mínima inversión en Chile por empresas trasandinas, que se contrapone con las relevantes de origen nacional en el vecino país.

La sola elección de José Antonio Kast permitió, de inmediato, restablecer al más alto nivel, los deteriorados vínculos diplomáticos y el maltrecho acceso nacional a la Casa Rosada provocado por diferencias ideológicas de sus gobiernos a los dos lados de la frontera, incapaces de anteponer los intereses de ambos países y pueblos, por encima de los personales de sus gobernantes. Lamentablemente, las respectivas cancillerías no han tenido la fuerza o influencia suficiente para evitar y contener tales excesos.

La normalización de las relaciones se ha visto favorecida por afinidades políticas y económicas entre Kast y Milei. Su cercanía, de larga data, y la estabilización de la economía argentina permiten desde ya superar los desencuentros de sus predecesores y deberían impulsar la nutrida agenda bilateral existente, agregando nuevos proyectos y actuaciones conjuntas en los foros regionales y multilaterales, lo que dependerá de la capacidad de gestión del futuro gobierno.