En la viñeta “Día a Día” de este diario, firmada por el seudónimo Anastasia, se alaba el concepto “fome”, y se valora la idea de que, ojalá, Chile vuelva a ser un país predecible, latero, rutinario. Estoy muy de acuerdo.
Si hay algo que ha caracterizado a Chile dentro del conjunto de países hispanoamericanos ha sido su relativa estabilidad y el respeto a sus instituciones. Es raro decirlo, tras tamaño estallido social y su desenfreno delictual, y después de los intentos de cambiarlo todo, Constitución, bandera, sistema jurídico, unidad territorial. Pero precisamente: después de que los extremistas se expresaron, con alto costo sobre todo para los más necesitados, la mayoría silenciosa de chilenos dijo basta, marcando su postura solo con un lápiz pasta azul. Rechazó así los cambios radicales y además votó a favor de un nuevo Presidente que es —con respeto lo digo— fome. Su discurso tras ganar tan abrumadoramente la elección algunos podrían catalogarlo de fome, porque no fue exaltado, eufórico, llamando a revolucionarios cambios. Pero ahí estaba el respeto, ese concepto tan fundamental para la paz y la estabilidad de la sociedad. El Presidente electo no aceptó que se abucheara a la candidata perdedora, Jeannette Jara, sino que la mencionó con deferencia y destacó su coraje. Tuvo palabras amables para los expresidentes y convocó a los más diversos sectores. El Presidente Boric saludó tempranamente a José Antonio Kast, el Servel en un santiamén tenía los resultados, y ningún chileno los impugnó. Orgullo total. Esa fomedad tan profundamente chilena —antes se hablaba del chileno gris— podría asociarse a aburrido, predecible, pero en realidad, como característica social nuestra, refleja lo contrario a cambios abruptos, desconcertantes, desestabilizadores.
La estabilidad no significa ausencia de conflicto, sino la capacidad de gestionarlo dentro del Estado de derecho. No será fácil porque hay dentro de la legítima oposición un sector duro, que ya anuncia violencia. A esa dificultad se suma que instituciones fundamentales como el Poder Judicial, el Congreso, los partidos políticos y muchos otros estamentos de la sociedad están muy mal evaluados, las arcas quedaron vacías y la delincuencia crece e incluye mafias, algo que no conocíamos. Se requiere aplicar la ley con decisión, pero eso no bastará. Así como se le exigirá al nuevo gobierno que haga valer las normas y además gestione las fronteras y mejore las condiciones de vida de los chilenos, a la oposición se le debe pedir un rechazo explícito a la violencia. El mayor desafío es lograr cohesionar al país en torno a un proyecto común como sociedad. Para lograr ese sentido de pertenencia, lo primero es asegurar que habrá transparencia y rendición de cuentas para terminar con la corrupción y recuperar la confianza en nuestras instituciones.
Termino con una frase bien fome: debemos recuperar valores para nuestra convivencia, partiendo por el respeto y el trabajo bien hecho, cada uno en su ámbito de acción.