La derrota de este domingo es dura para el progresismo chileno. No haber ganado la elección es lo de menos, lo complejo es ante quien se perdió.
Por su historia y por las posturas que ha defendido a lo largo de su vida, José Antonio Kast puede representar la interrupción de definiciones compartidas, que el país ha ido adoptando de la mano de un impulso progresista acumulado por décadas. Algunas de esas definiciones han sido ajenas al léxico del próximo Presidente: igualdad entre mujeres y hombres, derechos humanos, valor de la diversidad, lucha contra la desigualdad social, relevancia de lo público, importancia de la cultura, combate a los abusos.
Hubo gobiernos de distinto signo en estos años, y los énfasis fueron cambiando, pero en lo fundamental esos elementos se mantuvieron. Hoy, en cambio, esas definiciones parecen estar en entredicho. Habrá que preguntarse, entonces, si Chile está abandonando esa trayectoria o se trata solamente de una coyuntura electoral que será tan efímera como otras que hemos tenido.
En cualquier caso, la elección de este domingo pone de manifiesto que se ha generado al menos una fisura, un desapego, entre la sociedad chilena y las definiciones que nos marcaron como país desde el retorno a la democracia.
En algún momento, parte importante de la ciudadanía dejó de sentirse reconocida en esa construcción y beneficiada por sus frutos. Quienes hemos sido enviados a la oposición por el resultado electoral tendremos que reflexionar sobre esto. Nuestro papel no puede consistir solamente en oponernos al nuevo gobierno cada vez que intente tomar medidas que a nuestro juicio perjudican al país o representan retrocesos. Tampoco se limita a colaborar para mejorar o complementar sus propuestas. Nuestra principal tarea es otra, y consiste en reconstruir la vigencia de los principios en los que creemos para la vida de los chilenos y chilenas, con sus actuales preocupaciones, sueños y temores.
Las derrotas están plagadas de recriminaciones y cacerías de brujas. De poco sirven para salir adelante, pero tampoco servirá pasar por alto la profundidad de lo ocurrido, no solo en esta elección, sino en los últimos años. En ese período hemos enfrentado una sucesión de derrotas, después de haber tenido el escenario más favorable de la historia para el progresismo con el plebiscito de entrada del primer proceso constitucional. Entender la razón del retroceso de estos años es nuestra primera tarea, y es el punto de partida para poder reconstruir lo que vendrá.
Con todo lo categórico del resultado y lo ineludible de hacerse cargo de lo que significa, no hay que olvidar que triunfos y derrotas no son lo que parecen a primera vista. El nuevo Presidente tiene una breve ventana para mostrar si trabajará para los suyos o para el conjunto del país. Y su forma de desenvolverse es el primer elemento que moldea la oposición que enfrentará.
A poco andar el gobierno saliente deja la escena y todos los ojos se vuelcan al que se comienza a instalar. Y el sector político que sale de La Moneda tiene más libertad que nunca para decidir desde dónde se parará. No nos equivoquemos esta vez.
Carolina Tohá