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Editorial
Domingo 14 de diciembre de 2025
Gestos republicanos
Una vez conocidos los resultados, cabe esperar que todos le den un sentido republicano a sus actuaciones. Es lo que han hecho los presidentes y candidatos desde la vuelta a la democracia; un logro político enorme que no debe perderse.
Quizá sirva de experiencia aprender de lo ocurrido con el Presidente Boric, quien al asumir el cargo incurrió en una serie de errores que dañaron gravemente su gestión.
Todo hace suponer que la elección de hoy tendrá a José Antonio Kast como ganador, con amplio margen de diferencia, sobre la candidata Jeannette Jara. Desde el comienzo de la segunda vuelta el resultado estaba en gran parte jugado y lo ocurrido en estas semanas no ha hecho más que afianzar los pronósticos. Que una candidata comunista, a la que se identifica con razón como la continuadora de un gobierno pésimamente evaluado —del cual fue una de sus ministras más reconocidas, que integró incluso el reducido grupo de confianza del Presidente Boric en su comité político—, pudiera alcanzar la adhesión de una mayoría de los ciudadanos era para cualquier observador imparcial una situación inimaginable, cercana a lo imposible.
La campaña de Jara probó distintas estrategias, pero el alejamiento de su partido y las reiteradas críticas a su gobierno —sean un auténtico cambio de postura o meras tácticas electorales para desmarcarse de lo que hoy juzga es impopular— la terminaron dejando sin un espacio, prácticamente sola transmitiendo una idea en cierta forma inverosímil: encarnar un proyecto de centroizquierda distinto al de este gobierno. Cuando en el debate del martes trata al expresidente Sebastián Piñera de “estadista” (“Persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado”, según la RAE), no solo suena fingida, sino que al hacerlo niega su propia identidad, la que ha sido su trayectoria. Y es que no se ha escuchado de parte de ella reflexión alguna que permita explicar tal giro respecto de la opinión sobre un mandatario a quien su partido buscó destituir de diversas maneras.
Una vez conocidos los resultados, cabe esperar que todos le den un sentido republicano a sus actuaciones. En la elección pasada Kast reconoció rápidamente su derrota y saludó generosamente al ganador. Y el Presidente Piñera, pese a los duros ataques sufridos durante todo su período, tuvo un comportamiento ejemplar en el cierre de su gobierno al procurar siempre tender puentes con la que sería la nueva administración.
En una campaña como esta, en que han abundado las descalificaciones, se hace más necesario que nunca que los protagonistas actúen con templanza, que cuiden las formas, que quien pierda salude sin ambages al ganador, que quien gane actúe sin soberbia y, en definitiva, que se cree un ambiente que asegure un traspaso de la Primera Magistratura en que impere la amistad cívica. Es lo que han hecho todos los presidentes y candidatos desde la vuelta a la democracia; un logro político enorme que ha sido un sello distintivo del país frente a lo que ocurre en la región y que no debe perderse.
Gabinete y equipos de gobierno
Para Kast, mucho más complejo que esta segunda vuelta será conformar su gabinete, sus equipos y los acuerdos o alianzas políticas correspondientes para gobernar. Quizá le sirva de experiencia aprender de lo ocurrido con el Presidente Boric, quien al asumir el cargo incurrió en una serie de errores que dañaron gravemente su gestión. El no repetir estas situaciones es un buen punto de partida.
En primer lugar, no debiera confundir la alta votación que reciba —seguramente mañana se convertirá en el Presidente elegido con mayor cantidad de votos— con un apoyo a su programa de gobierno, como lo mostró el porcentaje que alcanzó en la primera vuelta (23,96%). Es claro que hay una demanda ciudadana de cambios profundos en seguridad, migración, economía, salud, vivienda, entre otras materias, pero para concretarlos se requiere de una base de apoyo amplia, diversa, que provenga de universidades y carreras distintas, que incluya a las regiones; de múltiples procedencias, de forma que le dé gobernabilidad a su administración.
Quienes han sido sus colaboradores más cercanos y quienes han sido activos e influyentes en el diseño y ejecución de la campaña no necesariamente tienen que estar en el gobierno. Son capacidades distintas las que requiere la gestión pública. Baste recordar el caso de Izkia Siches, cuyo apoyo a Boric en segunda vuelta fue decisivo para su triunfo, pero que carecía de las aptitudes para desempeñar el cargo de ministra del Interior. En períodos cortos de gobierno, la experiencia previa de los equipos en el trabajo en el Estado resulta fundamental y no caben improvisaciones o apuestas personales temerarias. El caso de la primera canciller y de la ministra de Justicia de Boric —esta última ni siquiera era abogada— es otra muestra de mala conformación de un gabinete.
De otro lado, cabe evitar el amiguismo en la selección de los puestos de confianza, algo de lo que, pese a sus promesas, el Presidente Boric no pudo mantenerse al margen. Son demasiados los casos en esta administración en que algunos funcionarios elegidos tenían como principal mérito ser compañeros de curso o amigos del Presidente. Incluso en el evento de que los amigos tengan los méritos, la experiencia ha demostrado que resulta dudosa la conveniencia de incorporarlos en el gabinete. No solo se transformarán en el principal objetivo de la oposición para infligirle un daño al Presidente, sino que desequilibran los equipos (unos tienen más llegada que otros con el mandatario) y, sobre todo, se le hace difícil al primer mandatario elaborar un juicio equilibrado sobre su gestión y tener que sacarlos cuando corresponda. Como se ve, la tarea es enorme.