Hoy, cuando vaya a votar, lleve a su hija (menor de edad) con usted.
Que sea un paseo y no un mero trámite. Vaya caminando o en metro. Note que el metro es gratis en días de elecciones y pregúntele por qué cree que es así.
En el camino cuéntele por quién va a votar y por qué; cuán entusiasmado está con su opción y, si no lo está, comente la última vez que votó con entusiasmo. Pregúntele cómo cree que votan sus familiares o los padres de sus amigas. ¿Existe un claro ganador entre sus conocidos?
Cuéntele si usted, cuando era niño, también acompañaba a su padre o madre a votar. Señale similitudes y diferencias con las elecciones actuales. Por ejemplo, hasta 2010, los hombres y mujeres acudían a lugares de votación distintos; de hecho, los hombres no podían entrar a los lugares de votación para mujeres y viceversa. Pregúntele por qué cree que era así y cómo cree que es mejor.
Cuando le entreguen el voto, entre con su hija a la cámara secreta, muéstrele el voto, explíquele cómo se marca la preferencia y, si le pide marcar por usted, dígale que eso sería ilegal. Ese es el momento perfecto para que calculen cuál será la primera elección en que ella pueda votar.
Si ella quiere sacarse una selfi con el voto marcado, explíquele por qué no se puede fotografiar y cuéntele que hasta 1958 el cohecho, es decir, la venta del voto, era habitual. Como había papeletas distintas para cada candidato (o partido), el elector podía dar a conocer su preferencia al comando que le iba a pagar. Cuéntele que eso cambió con la introducción de la cédula única y que el número de la colilla que viene con cada voto asegura que el que introduce en la urna sea el que recibió luego de firmar, evitando que lo intercambie por un voto otorgado por un eventual “comprador”.
De regreso a casa pregúntele por qué cree que la gente va a votar. ¿Qué ganan con votar? ¿Por qué no se quedan en la casa?
¿Votamos para evitar pagar la multa? Dudoso, porque es inviable cobrarles una multa a los más de dos millones de chilenos que no votaron ni justificaron su ausencia en la primera vuelta del 16 de noviembre. ¿Votamos porque nuestro voto podría decidir la elección? Eso puede suceder en una elección de consejo de curso, pero en una elección presidencial es casi imposible. ¿Votamos porque somos parte de una comunidad y si nadie votara las autoridades no tendrían legitimidad? Aproveche de discutir los argumentos a favor y en contra del voto obligatorio.
Luego, invite a su casa a un grupo de amigos y familiares para seguir el conteo de votos. Dígales que lleguen antes de las 6 p.m. para jugar una polla intentando adivinar cuánto sacará cada candidato. Que su hija también haga una proyección, con su ayuda de ser necesario, y aproveche de explicarle que los votos nulos y blancos no cuentan para determinar quién gana.
En las hojas que distribuya para que cada uno haga sus proyecciones, incluya las diferencias en las 6 segundas vueltas presidenciales que hemos tenido en toda la historia de Chile (2,6% para Lagos-Lavín; 7,0% para Bachelet-Piñera; 3,2% para Piñera-Frei; 24,3% para Bachelet-Matthei; 9,2% para Piñera-Guillier y 11,7% para Boric-Kast). Si quiere hacerlo más interesante, que cada uno también proyecte cuánto aumentarán los votos nulos y blancos respecto de la primera vuelta (donde fueron poco más de 500 mil). Tenga un premio para quien haga la proyección más precisa.
Si advierte que las proyecciones de su hija se inclinan exageradamente hacia uno de los candidatos, porque extrapola lo que ha visto en su entorno, converse con ella sobre lo poco diversos que son los mundos en que vivimos la mayoría de los chilenos.
El día de las elecciones municipales de 1967, mi padre me despertó para que llamara a una radio que tenía un concurso de proyecciones electorales. Él tenía sus proyecciones y, por motivos que desconozco, prefería que llamara yo. Tenía 10 años y llamé feliz. Grande fue mi sorpresa cuando regresé del colegio al día siguiente y tenía el recado de la radio: “Mi” proyección había sido la más precisa y debía pasar a la radio para ser entrevistado y recibir mi premio (una radio portátil, relativamente grande, de color amarillo, que me acompañó toda mi adolescencia). El locutor no ocultó su decepción al ver que el ganador no era un adulto.
En 1988, convocado por Sergio Molina y el Comité por Elecciones Libres, diseñé una metodología que permitió proyectar el resultado del plebiscito. El 5 de octubre, a las 9 p.m., y basándonos en los resultados de 386 mesas (de un total de 22 mil), proyectamos un 55,5% de los votos para el NO, cifra que se ubicó 0,5 puntos porcentuales por debajo del resultado final. El mérito de esta metodología radicaba en su aplicabilidad en países sin un historial electoral reciente, razón por la cual fue utilizada en diversos países de Europa oriental durante los años noventa. Recientemente, el método también se aplicó en las elecciones presidenciales de Venezuela de 2024, sirviendo para corroborar el fraude electoral perpetrado por la dictadura de Maduro.
En 2016, tras una ausencia de casi dos décadas, la Educación Cívica regresó a los establecimientos educaciones reconocidos por el Estado, cuando se estableció la obligatoriedad de un Plan de Formación Ciudadana desde la educación parvularia hasta la enseñanza media. No he visto evaluaciones de cómo ha funcionado esta reforma, pero los materiales disponibles en la web no parecen particularmente motivantes. Tal vez la mejor clase de formación ciudadana consista en llevar hoy a su hija o hijo a votar con usted.