El próximo gobierno asumirá en el contexto internacional más incierto de los últimos 50 años. Aunque la economía mundial ha mostrado una resiliencia notable frente a shocks significativos, los riesgos siguen siendo elevados y podrían afectar particularmente a países abiertos y pequeños como Chile, los cuales se benefician de un orden mundial basado en reglas.
Tras casi un siglo de liderazgo estadounidense en la apertura comercial y en la construcción de reglas multilaterales, el giro proteccionista que siguió a los aranceles anunciados en abril pasado marca un quiebre profundo cuyas consecuencias están en pleno desarrollo. Aunque la presión de consumidores y empresas obligó a reducir los aranceles desde un promedio ponderado inicial de 28% a un promedio efectivo algo por sobre el 10%, el daño ya está hecho.
Estados Unidos dejó atrás su rol histórico como garante del comercio abierto basado en reglas, sembrando dudas legítimas sobre la estabilidad futura de las cadenas globales de valor. La ausencia —hasta ahora— de represalias masivas de otros países ha evitado una guerra comercial abierta, pero no implica un retorno a la normalidad. Ese vacío de liderazgo ya tiene efectos concretos: la arquitectura del comercio internacional ha quedado fracturada, alterando flujos comerciales, encareciendo costos y deteriorando la eficiencia y las decisiones de inversión, con efectos persistentes sobre el crecimiento global.
La sorpresa ha sido que la economía de Estados Unidos ha mostrado una resiliencia mayor de lo esperado. Parte de la explicación está en el anticipo de consumo e inversión para evitar mayores aranceles, y la otra parte en el boom de inversión asociado a la inteligencia artificial (IA) y a las expectativas de ganancias de productividad que esta podría generar. Pero bajo esa superficie asoma una realidad menos favorable: el sentimiento de hogares y empresas se deteriora de manera significativa, el mercado laboral se debilita y la inflación dejó de converger a la meta.
En el resto del mundo, Europa crece apenas, pese a un mayor impulso fiscal. China continúa atrapada en una crisis inmobiliaria que erosiona la riqueza de los hogares y debilita el consumo, a la vez que la inversión en activos fijos se contrae en términos anuales. La principal fuente de dinamismo son las exportaciones, pero estas enfrentan crecientes barreros en los países de destino.
Sin embargo, los mercados financieros cuentan otra historia: las bolsas suben, las tasas largas se mantienen acotadas y los indicadores de volatilidad implícita caen. Esta desconexión entre riesgos en la actividad y precios de activos recuerda otros episodios previos a correcciones abruptas en los mercados. La concentración de las alzas bursátiles en un puñado de empresas que lideran la IA solo acentúa esa vulnerabilidad.
Se suma un problema largamente subestimado y hoy agravado: la fragilidad fiscal de las economías avanzadas; además del debilitamiento de la OTAN y el deterioro del clima geopolítico. Una reescalada del conflicto comercial, un deterioro adicional de la independencia de la Fed o una corrección brusca en las valoraciones de las empresas tecnológicas podría desatar turbulencias de magnitud.
La buena noticia es que Chile ha hecho buena parte de la tarea de restablecer los equilibrios macroeconómicos. La inflación volvió a niveles cercanos a la meta, el alto déficit de la cuenta corriente se corrigió y la brecha de capacidad está prácticamente cerrada. Pero estos avances conviven con un crecimiento tendencial débil, un mercado laboral frágil y una regla fiscal cuya credibilidad se ha deteriorado, en un contexto fiscal vulnerable. En el plano fiscal se observa una combinación compleja y peligrosa: una solvencia fiscal debilitada y una regla fiscal que ha perdido buena parte de su credibilidad. Se requiere actuar con urgencia para recuperar ambos elementos en un plazo acotado.
¿Cómo llegamos a este punto? Los déficits estructurales acumulados durante 16 de los últimos 18 años y los continuos incumplimientos de la meta de balance estructural han erosionado la credibilidad de la regla fiscal, reducido significativamente el Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES) y elevado la deuda pública bruta a niveles cercanos al 43% del PIB, nivel que exige mayor disciplina fiscal en el mediano plazo. Sin una estrategia clara para estabilizar la deuda bajo el 45% del PIB y reconstruir el FEES, Chile quedará más expuesto precisamente cuando el entorno global presenta riesgos elevados.
El alza del precio del cobre ofrece una oportunidad para recomponer los ahorros fiscales, ya que la regla fiscal permite aislar la parte cíclica de este aumento y destinarla a reforzar el FEES. Ello ocurrirá siempre y cuando exista disciplina para cumplir las metas de balance estructural. Lo urgente ahora es avanzar hacia metas más exigentes de balance estructural, incluso considerando un retorno a los superávits estructurales que caracterizaron a la política fiscal chilena de comienzo de los años dos mil. Ello permitiría recapitalizar el FEES y reforzar el cumplimiento de las metas fiscales establecidas. La institucionalidad macro-financiera y un FEES mejor capitalizado robustecerían nuestras defensas para enfrentar los escenarios de riesgo de la economía global.
El principal desafío para el próximo gobierno será, por tanto, doble: navegar un escenario internacional más volátil, más riesgoso y menos dinámico, y al mismo tiempo fortalecer la solvencia fiscal, mejorar la seguridad, fortalecer el Estado de derecho, e implementar reformas estructurales para aumentar el crecimiento tendencial. Estas reformas deberían orientarse a remover obstáculos que restringen la inversión, el ahorro, la formación de capital humano y las ganancias de productividad. Con estas políticas de fondo, la nueva administración tendrá que hacerse cargo también de las demandas sociales—seguridad, salud, empleo—que van a requerir resignaciones de gasto y mejoras significativas en gestión.
El desorden internacional no se disipará pronto. Chile no puede evitarlo, pero sí puede —y debe— impulsar su crecimiento y reducir su vulnerabilidad si actúa hoy.