El día antes de la elección presidencial de 1993, el entonces candidato Arturo Alessandri le preguntó a su equipo si estaban seguros de que no tenía ninguna posibilidad de ganar. Y alguien tuvo que confirmarle: “No, don Arturo. Ninguna”.
La elección de mañana se parece a eso. No hay ninguna opción de que no gane Kast. Aunque se digan las frases obvias de que los votos hay que contarlos.
Lo que pasó…
Hace cuatro años la elección hablaba de refundar Chile, del fin de la economía extractivista, de derechos sociales, de dignidad. Esta elección se ha jugado en el otro arco. Orden, seguridad, crecimiento.
La frase “Chile cambió” tan usada en el estallido hoy debería ser sustituida por “Chile volvió a cambiar”. Esta elección se jugó en la cancha de la derecha y Jeannette Jara participó incómodamente ahí.
El delirio de la nueva Constitución y los déficits del gobierno de Boric explican una gran parte de lo que ocurrirá mañana. La otra parte se explica por lo que significa una candidatura comunista.
Quienes aventuraron que “el tema comunista no sería tema en esta elección” se equivocaron profundamente. El tema comunista ha sido un tema, sin duda. Una parte mayoritaria del país simplemente no está dispuesta a votar por alguien que reivindica el marxismo leninismo, ni por un partido que —si bien no se come las guaguas— sí se come las democracias.
Ilusamente algunos pensaron que esta elección podría darse en el eje noventero Tohá-Matthei. Entre la izquierda que aprendió a vivir con el mercado y la derecha que aprendió a vivir en democracia. Que la discusión sería de “matices”. Que se volvería a reivindicar “la democracia de los acuerdos”. Pero no fue así. No podía ser así, lamentablemente, en un mundo en el que el centro se vació.
La candidata Jara terminó mal. Su aura de líder convocante y proclive a los acuerdos, la nueva Bachelet, la mujer protectora se desdibujó completamente. Terminó peleando agresivamente en el barro con Kast, haciéndola perder su principal atributo.
Lo que viene…
La travesía del desierto de la izquierda será proporcionalmente tan larga como sea la distancia en los resultados de la elección. Si la diferencia son 10 puntos será un proceso abordable. Si son 20 puntos, requerirá cruzar el mar Rojo.
La vieja disputa Velasco-Vidal para explicar la derrota post-Bachelet volverá con más fuerza. A un lado estarán quienes considerarán que el problema fue haber sido demasiado moderados. Al otro lado, quienes crean que el problema fue haber ido demasiado lejos. El problema es que el propio Presidente Boric estará a los dos lados. Más bien una parte de él a un lado y la otra al otro.
El otro problema que tendrá la futura oposición será que el comodín de la dureza se lo gastaron con un Piñera que era moderado y sensato. Hoy, frente a asonadas muchos más refundacionales, les queda poco espacio y credibilidad para jugar ese juego.
Finalmente, el Presidente.
Las expectativas con las que será elegido Kast son enormes. En materia económica es posible que exista un shock de expectativas que reactive la economía. Pero en materia de seguridad sus propuestas son muy difíciles de llevar a cabo. Requerirá tiempo en una sociedad que no tiene paciencia. Probablemente hará algunas medidas lavinescas, pero ello no será suficiente para abordar el problema de fondo.
En segundo lugar, la política. ¿Usará Kast la tesis de los anillos concéntricos con ChileVamos? O, por el contrario, ¿fundará una nueva coalición de gobierno republicanos-ChileVamos, con identidad y nombre? La conducción política estará íntimamente ligada a la popularidad presidencial, y esta estará anclada en la seguridad. Una tarea nada fácil.
En tercer lugar, la identidad. ¿Moderará Kast sus pulsiones ultraconservadoras? ¿Se alejará del radicalismo de Kaiser? ¿Dejará la foto de Pinochet adentro del cajón? Tal vez su viaje rápido a Italia es esperanzador, porque del lote de neoderechistas gobernando el mundo, Giorgia Meloni es quien ha mostrado una mejor cara y un mejor equilibrio. Es una mejor guía que Trump, Urban, Bukele o Bolsonaro.
Termina mañana una de las elecciones más largas y agotadoras que recordemos. Pasado mañana se inicia un nuevo ciclo político.
¿Cuánto durará? Imposible saberlo.