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Editorial
Sábado 06 de diciembre de 2025
Jara y el sueño bacheletista
Sus declaraciones no pasan de ser un desagradecido ejercicio retórico.
A nadie pudo extrañar el gesto de apoyo que la expresidenta Bachelet realizó en favor de la abanderada comunista, Jeannette Jara, al recibirla en su casa la semana pasada. Más allá de la forma un tanto burda en que se intentó compensar de ese modo el impacto que días antes había tenido la reunión entre el expresidente Eduardo Frei y José Antonio Kast, un respaldo de este tipo era previsible. No por nada se prestó incluso a irónicos comentarios sobre la falta de “noticia” que había en la reunión. Después de todo, la exmandataria se ha plegado en estos años a todas y cada una de las opciones políticas de la izquierda, desde la candidatura de Gabriel Boric en 2021, hasta el Apruebo en el plebiscito constitucional de 2022. Ni siquiera el hecho de haberse encontrado en ambas ocasiones ejerciendo un delicadísimo cargo internacional —alta comisionada para los DD.HH. de la ONU— fue obstáculo.
Sería equivocado, sin embargo, entender estos gestos solo como las señales de una disciplinada militante de izquierda frente al llamado de la tribu. Mucho más que eso, la candidatura de Boric hace cuatro años y la de Jara hoy representan de modo casi inmejorable lo que Bachelet —parafraseando la expresión que ella misma usara al apoyar la fracasada propuesta constitucional de la Convención— siempre soñó. Y no se trata de una metáfora, sino, literalmente, de lo que ha buscado durante casi dos décadas: reunir en un mismo bloque a todas las expresiones de la izquierda, en torno a un proyecto refundacional. Fue ella quien, durante su primer gobierno, se jugó para que la Concertación suscribiera los primeros pactos por omisión con el PC, en las municipales de 2008 y en la parlamentaria de 2009, gracias a lo cual los comunistas pudieron volver al Congreso luego de 30 años. Después, de cara a su segundo gobierno, selló el fin de la antigua Concertación al incorporar formalmente al PC y crear la Nueva Mayoría, con un programa de reformas que hizo suyos los postulados del movimiento estudiantil de 2011, incluidas la gratuidad y el fin al lucro. Y aunque las figuras de este último movimiento, que luego formarían el Frente Amplio, se negaron a integrar la coalición, ella igual les dio cargos en su gobierno, sin que los desaires la desalentaran; a la larga —y especialmente luego del referido apoyo a Gabriel Boric en 2021— terminarían reconociéndola como una figura tutelar.
Por eso, las recientes afirmaciones de Jeannette Jara de no ser heredera ni de Boric ni de Bachelet, sino del proyecto de centroizquierda, no pasan de ser un desagradecido ejercicio retórico. No solo consiguió su posicionamiento político como ministra del Presidente Boric, sino que su candidatura ha venido a cerrar el círculo que Michelle Bachelet empezó a dibujar en 2008: finalmente todas las fuerzas ubicadas desde la desmedrada DC hacia la izquierda han confluido en una misma opción política. Así, su postulación —más allá de sus magras perspectivas electorales— representa la culminación del sueño bacheletista. Una deriva que ha llevado a la izquierda más dura a pasar de fuerza marginal a actor protagónico, mientras, en paralelo, la centroizquierda no hace más que languidecer.