Terminaban los 80 y en el barrio había expectación por el retorno de la democracia. El último allanamiento había sido hace tiempo, las protestas habían amainado y el futuro era tema en el living-comedor de los blocks de departamentos separados por angostos pasajes. Era un Chile con 5 millones de pobres y como el auto era lujo, la estrechez de la calle no impedía la pichanga infantil (nadie estacionaba ahí). Ningún pichanguero imaginaría el progreso que vendría. Vale la pena repasarlo.
En los 90, gobiernos de gente muy capaz fueron poco a poco acelerando la movilidad social. Clave fue el crecimiento, pero también la posibilidad de aprovechar una resiliente educación pública de calidad. Los liceos emblemáticos habían mantenido prestigio y exigencia. El esfuerzo por asegurar un preciado cupo alineaba los incentivos de estudiantes, familias y colegios. No todos accedían, pero existía un relato de progreso para una clase media que crecía y exigía oportunidades.
El aumento de la diversidad en la educación superior fue un reflejo de tal transformación. El Presidente Lagos, en un discurso del 2006, lo dejó clarito: “De diez jóvenes que están hoy en el sistema universitario, siete tienen una familia que por primera vez alcanza a llegar a la universidad”. ¡Logro increíble para un país con el 40% de pobreza aún en el recuerdo!
Así, en cuestión de años, los chiquillos pasaron de la pichanga en la calle a compartir sala universitaria con alumnos de otro estrato social. ¿Santiago qué? ¿Verbo cuánto? ¿The Granja School? ¿Nido de qué ave? Poco importaba, los egresados de los emblemáticos los sacaban a pasear. Nacidos en Conchalí, Puente Alto o Maipú competían de igual a igual.
Y el mercado laboral avivó ese progreso. Algunos datos: entre 2003-13, los salarios reales de personas entre 25 y 35 años, la generación de recambio, crecieron en promedio 2,5% (anual). ¿El PIB? 4,8% (snif). La clase media se transformaba, relajaba sus restricciones presupuestarias. Como diría Amartya Sen, sentía que llegaba la hora de ganar la libertad (una canción del 88 tenía una frase similar).
Luego la cosa cambió. Entre 2014-18, el crecimiento per cápita fue solo un 0,9% anual, mientras el salario promedio real de los adultos jóvenes cayó. Además, la educación pública de calidad capotó, extraviando el relato de progreso. Duros mazazos para la clase media que seguro motivaron parte de las masivas manifestaciones posteriores a ese negro 18 de octubre del 2019 (la violencia es harina de otro costal).
Y el deterioro continuó. Desde el 2019 la economía creció menos de 2% (promedio anual), en los últimos 34 meses el desempleo no baja del 8% y los liceos emblemáticos siguen destacando por overoles y molotov. Ah, una novedad: el crimen organizado recluta desde las pichangas de barrio con facilidad.
¿Cómo está la clase media hoy? ¡Obvio que dolida! Pero no solo por el estancamiento económico. La despojaron de motor y timón. Su modelo de progreso fue desmantelado y ahora millones están a la espera de un reemplazo o reposición.