Normalidad es la palabra favorita del gobierno del Presidente Boric; pretende que ese sea su legado. El oficialismo está convencido de que rescató a Chile, y que debería continuar en el poder con la candidata comunista Jeannette Jara. Y lo dicen en serio, como si fuera normal la extendida inseguridad ciudadana, el incremento en el crimen organizado y narcotráfico, la violencia en La Araucanía, los crecientes índices de cesantía de mujeres y jóvenes, la ineptitud de los gobernantes, el deterioro en las cuentas presupuestarias y todas las falencias que, según las encuestas, conducen a un futuro gobierno de signo opuesto, el de José Antonio Kast, cuya divisa, en vez de la normalidad, es el cambio.
La normalidad también, según autoridades, sería un logro de su política exterior. El Gobierno sostiene que las relaciones entre Chile y Estados Unidos “siguen siendo normales”. Distinta es la opinión del subsecretario de Estado norteamericano, que el día anterior afirmara: “Es penoso que en los últimos años no hayamos tenido una relación robusta”, y que esperaba “establecer una relación más positiva con el nuevo gobierno de Chile”.
La semana anterior, el Presidente Boric, en la COP 30, en Brasil, ante delegaciones y mandatarios de 190 países, trató a Trump de mentiroso, lo mismo que en septiembre, en Nueva York, ante la Asamblea de Naciones Unidas. Al respecto, el subsecretario norteamericano señaló: “el comentario demuestra lo bajo que ha caído la relación”. O sea, no hay tal normalidad.
El insulto puede perjudicar la negociación comercial más importante para el país. Trump es quien fijará los aranceles aplicables al principal mercado de cuatro de las cinco mayores partidas de exportaciones chilenas.
Conocida fue la negativa del Presidente Boric a recibir la llamada del secretario de Estado, Marco Rubio, y su traslado al canciller Alberto van Klaveren, que afirmó: “Estos son pasos absolutamente normales, es parte de la normalidad diplomática”. Otra vez la normalidad.
Algo parecido sucede con los desaires del Presidente Boric a Javier Milei, Presidente de nuestro principal vecino. Boric no respondió a la solicitud del mandatario trasandino de reunirse con ocasión de su visita privada a Santiago; en Nueva York, Boric prefirió juntarse con Axel Kicillof, principal opositor de Milei; esta semana, con ocasión de la transmisión del mando en Bolivia, Boric optó por omitir normas elementales de cortesía, permaneciendo sentado cuando Milei se acercó a saludarlo, lo que para la vocera de gobierno parecería normal, “una crítica superflua”.
El Presidente Boric es libre para tener las opiniones personales que estime sobre mandatarios extranjeros. Otra cosa es anteponerlas, hacerlas públicas y saltarse normas protocolares, debiendo comportarse como jefe de Estado, en vez del activista que fuera. Sus dichos y actitudes comprometen la imagen y el interés nacionales.
Boric y su coalición partieron prometiendo la revolución democrática y la refundación, para terminar, complacientes, en el conformismo, en la normalidad de la incompetencia.