Quedan apenas nueve días para la elección presidencial. He seguido la campaña y los debates, como la mayoría de los ciudadanos, con una cierta distancia. Han escaseado las ideas y propuestas de fondo sobre el país que queremos, y han abundado, en cambio, los eslóganes, consignas, propuestas populistas y “memes”. Toda la realidad, incluida la política, termina hoy en un “meme” o un “tiktok”. Los candidatos que mejor funcionan en esos formatos son los que sacan ventaja, pero ser un buen Presidente de la República no es lo mismo que ser un buen “influencer”.
Los temas que hoy marcan la campaña son propios de una agenda de derecha: seguridad y economía. En realidad, temas que preocupan al pueblo (y que le duelen) y que una izquierda sin visión le ha regalado a la derecha. La candidata del Partido Comunista se hace filmar en una frontera en el desierto norte, prometiendo drones y alta tecnología para limitar la migración. ¡Cambia, todo cambia! Un poco tarde, eso sí.
Me parece como si fuera ayer cuando, hace cuatro años, teníamos que optar entre Gabriel Boric, dirigente de la nueva generación que venía a refundarlo todo, y el conservador José Antonio Kast, que no quería cambiar nada. La historia parece que nos volverá a colocar en una disyuntiva parecida. O peor. No me resigno a eso. Ni la izquierda ni la derecha extremas han sabido ni podido, ni querido, construir mayorías, y se han resignado a movilizar el voto de sus respectivas tribus, que les aseguran pasar a segunda vuelta. En los últimos días, ha crecido la incertidumbre y la sensación que se ha instalado es que un candidato más a la derecha que el mismo Kast podría llegar a segunda vuelta. No sé si eso ocurrirá: un duelo entre una comunista y un libertario. Marx y Hayek. Divertido y terrorífico a la vez. Y volvieron a aparecer Carolina Tohá y varias figuras del Socialismo Democrático dando la señal clara de que están con Jara. “La abdicación permanente”, se llama la película: abdicación, primero, ante la violencia en el estallido; abdicación, luego, ante el delirio constitucional, y ahora, abdicación ante el Partido Comunista. No defendieron con suficiente fuerza la figura y el legado de Lagos (dejaron que lo acuchillaran en el propio Partido Socialista), luego se callaron ante el mantram “no son treinta pesos, son treinta años” (siendo que ellos ocuparon altos cargos en esos treinta años) y sí están disponibles para ser otra vez el vagón de cola de una izquierda extrema que se disfraza (para la ocasión) de “socialdemócrata”. ¿No hay una autocrítica profunda de un sector que tiene mucha responsabilidad de que hoy la derecha —como nunca en la historia— sea mayoría absoluta? Solo ofrecen abdicaciones (algunas ominosas) y derrotas.
Ha habido, además, mucha cobardía en muchos de esos “socialistas democráticos” que en privado dicen una cosa y en público declaran otra. De esa cobardía y abdicación no va a nacer el futuro de una opción socialdemócrata consecuente y coherente para Chile. Sí fueron coherentes y valientes, en cambio, las figuras de la ex-Concertación que defendieron la democracia en el estallido, que en el proceso constitucional llamaron a votar Rechazo (exponiéndose a cancelaciones y funas) y ahora adhieren a la candidatura de Matthei. ¿Hay acaso una alternativa más razonable que la de Matthei para evitar que otra vez estemos condenados a elegir entre extremos? ¿No es más coherente apoyar a una liberal de derecha que a una militante de un Partido Comunista que apoya a dictaduras totalitarias y que sigue afirmando los principios marxistas leninistas en pleno siglo XXI? Algunos dirán que la alternativa para un socialdemócrata huérfano es votar nulo o blanco. Pero ello solo contribuirá a que finalmente gane en segunda vuelta un candidato de la derecha más conservadora o un libertario. Me parece que no hay dónde perderse. El extravío del “socialismo democrático” debe terminar.