Quedan dos semanas para las elecciones. Todo hierve y tema abunda. A los comentaristas nos faltan palabras para dilucidar si este candidato o el otro, si bien o mal parado y que las encuestas sí pero que no. Por lo mismo ya es posible repasar algunas características de esta campaña, en un asunto que parece no ser muy diferente a los tratados en otras anteriores. Me refiero al tema tan manido de los relatos. Sin duda estos han sido patrimonio tradicional de la izquierda. Pero el problema serio no es que la derecha no lo tenga.
El problema de la derecha no es tanto su incapacidad de desplegar un relato, sino su facilidad de plegarse al relato de la izquierda. Si uno analiza el vocabulario empleado por los diferentes candidatos de la derecha y sus partidos, aparece en toda su magnitud este plegamiento a las palabras claves de la izquierda, y que los de la derecha las usan como lo más normal que puede haber: como si fueran neutras. Olvidan que la izquierda las carga con un definido sentido “refundacional” y que, por eso, apuntan siempre en una dirección muy definida, no importando quién las emplee y con qué objetivos las empleen. Siempre le están abriendo paso al objetivo refundacional.
En efecto, referirse a la justicia de las demandas, a los abusos, a la legitimidad de toda protesta, que todo es justo o injusto, o inclusivo, o que apunta a la igualdad, etc., trae una carga semántica muy definida y que apunta a contrapelo con lo que alguien de derecha pretende expresar o se supone que busca en la acción política. Para qué decir de las frases referidas al feminismo, al animalismo, al ambientalismo. Todo apunta a la liquidación de nuestra nación y su larga historia, para reemplazarla por los planteamientos seudo intelectuales de todas las variables ideológicas de la izquierda.
En su campaña presidencial de 1958 Alessandri centró su discurso en la frase “hechos y no palabras”. Y la acompañó con un llamado imperativo: “a Ud. lo necesito”. Desde entonces en adelante no se ha vuelto a presentar con tanta claridad un mensaje de derecha: hay que actuar y no discursear para no caer en la vacuidad del vocabulario. Y llamaba a todos a participar como requisito primero. Nada de mesías iluminados con recetas mágicas para conducir “al pueblo” a la tierra prometida. Eso está bueno para juegos literarios, no para sacar adelante al país, que requiere de una aplicación mancomunada en lo grande y en lo pequeño. Un país es tarea de todos, unidos en un esfuerzo sostenido a través de las sucesivas generaciones.