Acercándose a cumplir cien años, sin perder sus extraordinarios talentos y valores, de una sobriedad y modestia únicas, propias de las mayores inteligencias, que eluden la connotación y el reconocimiento, ha fallecido Jaime Martínez Williams, humanista polifacético y gran amigo.
Jaime, eximio periodista, fue cofundador de varias revistas, entre ellas Portada y luego Qué Pasa; redactor y editor perfecto de crónicas y artículos variados, y por años editorialista del diario La Segunda. Educador ejemplar, fue también secretario general de la Universidad Austral de Valdivia, decano de Letras y Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile —donde además se desempeñó en la dirección del Departamento de Extensión— y representante de la Universidad Católica de Valparaíso ante el Consejo de Rectores. Crítico literario con sólido dominio de los filósofos y la literatura clásicos y, como discípulo de Jaime Eyzaguirre, profundo conocedor de la historia de Chile, su propia historia familiar se entrelazaba con ella: fue descendiente del héroe del Pacífico almirante Juan Williams Rebolledo, del historiador José Toribio Medina y del primer canciller de la república, Adolfo Ibáñez Gutiérrez. Defensor intransigente de la libertad de expresión y de educación, se desempeñó por años como secretario general de la Asociación Nacional de la Prensa. Referente de conferencias episcopales, estrecho colaborador del obispo de Valdivia y arzobispo de Concepción José Manuel Santos Ascarza, ejerció en sus primeros años como abogado en la fiscalía militar. Pero tampoco allí se agotaban sus inquietudes y talentos. En otra de sus facetas, presidió la Academia Gastronómica de Chile y su afición por la gastronomía la compartió con su mujer, Laura Tapia, reconocida crítica bajo el seudónimo de Soledad Martínez, nombre de su única hija, formando con ellas una familia ejemplar y acogedora. Seguidor del acontecer político, lo motivaba únicamente su profundo interés en el futuro y engrandecimiento de Chile. Recibió premios por sus labores en el periodismo, de la Academia Chilena de la Lengua y por la difusión de la gastronomía nacional
La generosidad de Jaime trascendía al compartir, colaborar y ayudar con sus sobresalientes conocimientos y vasta experiencia, irreemplazables por las tecnologías más avanzadas de la inteligencia artificial. Su bondad, dedicación al trabajo y desprendimiento casi no tenían límites, disponiendo de su tiempo con preferencia al servicio de los demás. Recto, noble, tolerante y leal, compartía desventura y satisfacciones con sus amigos de las más variadas edades, intereses y persuasiones políticas y creencias.
Seguramente Jaime, por su sencillez, se habría opuesto a estas líneas, las que corresponden porque, aunque fuera al final de su vida, resultan una obligación y un agradecimiento para sus innumerables amigos y por sus silenciosos pero notables aportes al país.