Resulta imposible saber qué tan lejos llegará Johannes Kaiser en la carrera presidencial, pero constituye un dato innegable que hoy es el único candidato cuyos números mejoran en todas las encuestas. El libertario escala posiciones: hoy amenaza a Evelyn Matthei y en algunos sondeos no está tan lejos de José Antonio Kast.
Mientras Kaiser sigue subiendo, Kast y Matthei lucen estancados. El primero parece haberse estabilizado en el segundo lugar tras un descenso significativo, mientras que la segunda remontó hace unas semanas, pero ha frenado su alza.
El sostenido avance de Kaiser se explica por una mezcla de buenas decisiones propias y desaciertos de sus rivales.
El diputado ha sido leal con sus convicciones y no ha variado sus argumentos de campaña. Su postura es diáfana y fácil de leer: uno puede estar en desacuerdo con él, pero nunca tendrá problemas para saber qué piensa y cómo pretende actuar. Esa es una virtud difícil de hallar hoy que está encontrando respuesta positiva entre los electores. Kaiser sigue siendo duro —a ratos incluso descarnado—, pero su discurso se siente honesto, a diferencia del afán posicional perceptible en sus adversarios.
Kast padece un súbito mareo de altura. Bastó que llegara a la primera posición en las encuestas para que empezara a medir sus palabras, a evitar declaraciones controversiales y a actuar como si ya estuviera en segunda ronda. Queda la impresión de que se preocupó tanto de no cometer errores, que su discurso fue perdiendo fuerza y coherencia, lo cual provocó que sus niveles de apoyo cayeran. Es un gran contrasentido, porque si el republicano escaló hasta donde está hoy fue porque se ganó fama de duro y consistente y no escondió sus convicciones, incluso cuando estas resultaban impopulares.
En el primer debate se les preguntó a los candidatos quiénes apoyaban una intervención extranjera para desalojar a la dictadura de Nicolás Maduro. Kast no levantó la mano (Kaiser sí). Ese tipo de actitudes ha resultado decepcionante para sus seguidores. De tanto evitar al error y sentirse ganador antes de tiempo, el republicano ha ido apagando al candidato decidido que alguna vez fue, al punto que ahora su comando llama a concentrar en torno a Kast el “voto útil” de la derecha, discurso al cual recurrió antaño la centroderecha para competir contra él.
Esa inconsistencia le está costando caro a Kast hoy, pues conduce a abrigar dudas acerca de su real determinación y capacidad para encabezar lo que él mismo ha definido como un “gobierno de emergencia”.
Lo de Matthei parece más insalvable. Todo indica que la exalcaldesa está cazando votos donde no los hay. Realiza denodados esfuerzos por atraer a la centroizquierda, como si allí estuvieran los apoyos que necesita para dar el sorpasso y superar a Kast. Apela a su trayectoria y equipo y celebra como un triunfo el apoyo de figuras exconcertacionistas sin arrastre popular. Sería recomendable que tomara nota de la experiencia de la exministra Carolina Tohá en las primarias oficialistas. Ella buscó un posicionamiento paralelo al que persigue ahora Matthei y terminó humillada.
En el “centro” al que apunta la candidata de Chile Grande y Unido ya no parecen quedar votos. Sí los hay, en cambio, a la derecha del espectro político, como sugiere el auge de Kaiser. El estancamiento de Matthei evidencia que ha tomado una ruta que puede resultarle fatal.
El alza de Kaiser demuestra que todavía pueden pasar cosas y que la suerte no está echada. Si persisten la timidez de Kast y la puntería extraviada de Matthei, Kaiser podrá seguir avanzando despacito por las piedras gracias a su perseverante coherencia. No es para nada claro que vaya a alcanzarle para pasar a segunda ronda, pero sí que es el candidato del momento en esta parte de la campaña. La coherencia paga.