Enfrentamos una gran paradoja. La bolsa sube y sube —como si se vinieran cosas buenas—, mientras las expectativas de crecimiento para los próximos años casi no se mueven. Veamos los datos. En los últimos 24 meses, el IPSA ha subido casi 60%, fenómeno que solo hemos observado en el 8% de los meses desde enero de 2001. En otras palabras, estamos frente a un caso que no podemos calificar como extraordinario, pero que sin duda es destacable. Pero al mismo tiempo, el crecimiento proyectado para 2026 no ha variado mayormente. De acuerdo con las encuestas del Banco Central, se espera un crecimiento para el próximo año de 2,2%, levemente superior al 2% que se esperaba a mediados de año, pero inferior al esperado a comienzos de 2024. Para 2027, “el mediano plazo”, los números no son muy diferentes. En otras palabras, mientras en los últimos trimestres las expectativas de crecimiento para los próximos dos años no se han movido, la bolsa bate récords. ¿Cómo se explica tal aparente contradicción?
El precio de una acción refleja, básicamente, el valor que inversionistas están dispuestos a pagar por tener un papel (una acción) que, en el futuro, pagará dividendos. En la medida que la actividad económica se dinamice, las ventas y las utilidades de las empresas deberían crecer. Es por ello que es natural interpretar el alza de la bolsa como reflejo de mejores perspectivas de crecimiento hacia adelante. El problema es que, a juzgar por las encuestas y por numerosas otras fuentes, este no parece ser el caso en esta oportunidad.
Pero hay otra alternativa. Como los resultados futuros de las empresas son inciertos, los dividendos esperados —especialmente, los más lejanos— tienen menor peso en la valoración actual de una empresa. Y entre mayor sea la incertidumbre, menor es el valor que los inversionistas les asignan a estos dividendos futuros cuando le ponen el precio a una acción. Así, el aumento de la bolsa podría estar reflejando lo que en jerga técnica se conoce como una menor prima por riesgo accionario, esto es, mayor certeza de que los retornos se realizarán.
Después de meter estos antecedentes a la juguera, los resultados para Chile son más o menos claros: la bolsa está reflejando más bien el fin del castigo a los activos de riesgo chilenos —algo así como si la incertidumbre institucional, política y económica estuviese en retirada—, y no tanto que el país esté a punto de comenzar una gran recuperación económica. Aunque esta conclusión pueda ser desilusionante, no lo es tanto. Dejar atrás el grueso de la incertidumbre que hemos arrastrado en los últimos años es una condición necesaria, mas no suficiente, para crecer. Algo es algo.