Este es el inicio del primer documento emitido por el Papa León XIV y está extraído del Apocalipsis. La versión española traduce como “yo he amado” (¿yo te he amado?). A ¿quién? A una comunidad de cristianos pobre y muy poco relevante.
La cita, desde las primeras líneas, pone la Exhortación en una perspectiva escatológica, de la finitud y salvación final. Eso es lo que según el autor de este texto se pone en juego en la relación que un católico, un cristiano y la propia Iglesia Católica mantiene con los pobres: la salvación, el destino final del ser humano en esta tierra.
La exhortación apostólica es un llamado enfático para que el cristiano obre algo que es esencial, no principal ni preferencial (como dijo antes la propia Iglesia), sino esencial.
Mi percepción —puedo estar equivocado (no soy teólogo)— es que se trata de un documento de extraordinaria importancia, de hondo espesor teológico, y de lectura y meditación obligatorias para los que creen que las enseñanzas de Cristo son fundamentales en su vida.
El Papa cuenta que esta Exhortación es el último documento cuya escritura había iniciado el Papa Francisco. ¡Qué mayor demostración de continuidad es posible! De todas la múltiples y fecundas aristas que tocó el Papa anterior, es esta la que León XIV estima como central.
El Papa hila bien las citas bíblicas y el magisterio de la Iglesia Católica. Es un documento muy bien estudiado, fluido y contundente; no deja escapatoria.
La Exhortación es un grito meditado y fundado que llama al católico y a la Iglesia para que se religue con lo que él considera el nudo del mensaje evangélico y, por lo mismo, del plan divino, del designio de Dios, nada menos. Es una apelación a la conversión.
El nudo moral y teológico del Evangelio estaría en una interpretación de la pobreza y el llamado a no olvidar a los pobres. El Papa admite distintas formas de pobreza pero se centra poderosamente en la pobreza material, social y moral. Hay una pobreza que es la del desposeído, el privado del bienestar mínimo y de la dignidad fundamental. El Papa es muy claro. El amor se traduce no solo en obras, sino también en cambiar las reglas y los sistemas injustos que acrecientan la pobreza y la desigualdad. Debemos amar a esos desposeídos; no desatenderlos es un deber esencial. Pero también exhorta a ser pobres nosotros mismos, a abandonar las “ideologías mundanas” del éxito, el dinero y la fama; exhorta a una vida de desasimiento frente a las cosas.
La medida que pone León XIV es muy alta. Me tocó hondamente este documento, quizás porque estoy muy lejos de esa medida.