¿Qué tienen en común Evelyn Matthei y Jeannette Jara? No solo que las dos fueron ministras del Trabajo y ahora compiten por la presidencia, sino también una realidad que se hace cada vez más insoslayable: ambas saben que seguramente no llegarán a La Moneda. Los números son fríos y no mienten. A no ser que el destino les depare una sorpresa mayúscula, lo más probable es que Matthei se despida de la campaña en noviembre y que Jara sea derrotada en diciembre.
En el caso de esta última, el problema mayor radica en la actitud de los que deberían estar apoyándola. Parece obvio que en el Partido Comunista priorizaron el proyecto por sobre una abanderada que jamás emocionó a la cúpula ortodoxa. Tampoco hay entusiasmo en el Socialismo Democrático, como ha quedado en evidencia en variadas ocasiones, y en la Democracia Cristiana, que ha puesto exigencias para respaldar a la exministra. Menos aún en el Frente Amplio. Ni siquiera el Gobierno se ha cuadrado detrás de ella: lo ratifica el incómodo enfrentamiento entre Jara y el ministro de Vivienda.
Quizás lo más revelador sea que el propio Presidente de la República no parece creer en una victoria de Jara. Eso explicaría que haya decidido convertirse en opositor a priori de un eventual gobierno de José Antonio Kast. Al actuar de esa manera, el mandatario reconoce que la elección está perdida y que es mejor abocarse a la operación retorno 2030.
La situación es aún más dolorosa para Matthei y su sector, pues hasta hace apenas unos meses, la centroderecha parecía ganadora segura y actuaba como tal. Sin embargo, la persistencia de Kast, los errores propios y la incapacidad de la abanderada para reinventarse han provocado que caiga a un distante tercer lugar, desde el cual le está resultando muy difícil salir. Aunque su campaña se ha ordenado y la candidata repuntó algo en las encuestas, da la impresión de que no será suficiente.
Las dificultades de Matthei para voltear ese escenario desfavorable resultan notorias, al igual que la desesperación que ello provoca en el comando de Chile Grande y Unido. La impotencia se manifiesta en que a ratos pareciera que el rival de Matthei es Kast, no el Gobierno. La postulante dijo esta semana que le da “miedo” que el republicano arribe a La Moneda, porque “puede correr mucho los límites”, un argumento que cuestiona las credenciales democráticas de su contendor y se asemeja al que han enarbolado figuras de izquierda. Sigue victimizándose por el “troleo” en redes sociales, como si a ella fuera la única que le sucede, y responsabiliza a Kast, de quien se revela “decepcionada” a nivel humano. Al verla y escucharla, uno se interroga contra quién compite: nominalmente, contra el gobierno de izquierda y Jeannette Jara; en realidad, contra el republicano, al cual no consigue darle caza. Esta opción, que puede parecer lógica, no lo es tanto, sino más bien una consecuencia de la decisión estratégica que adoptó Matthei: correrse hacia el centro en lugar de competir en la derecha. El resultado es que la enorme mayoría de los votantes de este sector le ha dado la espalda y que la candidata no ha conseguido rescatar apoyo decisivo en un centro vacío de votos.
La obsesión anti-Kast de Matthei provoca resistencia en algunos sectores de su coalición, en especial en aquellos que se resignan a un futuro gobierno republicano con el cual esperan colaborar. La gran pregunta para muchos en la centroderecha no es si, por segunda elección consecutiva, su representante quedará fuera de carrera en primera vuelta, sino más bien si Matthei apoyará a Kast en el ballotage.
El tiempo se agota para Jeannette Jara y Evelyn Matthei. Ante la fatal desgracia de un escenario muy difícil de remontar, la primera se ve cada vez más sola, mientras que a la segunda se le nota crecientemente frustrada.