Vengo de un diálogo abierto en la Universidad Diego Portales sobre “las izquierdas en Chile”, como antes hubo otro acerca de “las derechas”, aunque con diferentes participantes. Y noten ustedes el atinado uso de los plurales, puesto que estamos recién habituándonos a utilizarlos en reemplazo de los homogéneos singulares, como hacemos ahora también con “liberalismos”, “socialismos” y otras expresiones que dan mejor cuenta de las realidades a que nos referimos. Se habla hoy también de “vejeces” y de “niñeces”, porque estas son edades de la vida que están siempre cargadas de las biografías de quienes son niños o viejos. Son muchos los factores personales, económicos, sociales y de otro tipo que hacen que la vejez no sea uniforme en todos los casos, lo mismo que pasa con la niñez.
Reivindicar los plurales pone de manifiesto la complejidad que a menudo tendemos a desconocer.
Pero lo más llamativo es que en ese diálogo se continuara hablando de “derecha” e “izquierda”, una díada que se mantiene vigente no obstante el discurso de muchos que, tanto desde uno como otro de esos sectores, intentaron por largo tiempo postular su olvido en nombre de que se trataba de un anacronismo ya superado. “No hay derecha ni izquierda ¯pregonaban muchos¯, porque todos vamos en el mismo barco”, olvidando que algunos van cómodamente instalados en camarotes de lujo, otros en cuartos mucho más pequeños, algunos tendidos en hamacas, en bodegas o sobre la cubierta, sin desconocer a los que nadan desesperadamente en el mar tratando de subir a la embarcación. Y sin olvidar tampoco quién capitanea el barco. ¿Recuerdan que también se decretó la muerte de las ideologías, y eso porque las que predominaban no eran del gusto de algunos?
Derecha e izquierda dieron crías, o sea, se multiplicaron, y ahora nos damos cuenta de que hay más de una y otra, o sea, “izquierdas” y “derechas”.
El cuento del centro, siendo más antiguo, fortalecía la díada en vez de suprimirla, puesto que si se hablaba o se habla de “centro”, es por referencia a la existencia tanto de una derecha como de una izquierda. El malentendido es que “centro” se dice nada más que como sinónimo de “moderación”. ¿Y quién dijo que la derecha y la izquierda son inmoderadas si es que, como resulta evidente, existen también una extrema derecha y una extrema izquierda que sí son inmoderadas? Por donde se le busque, la díada vuelve a reaparecer, y ni qué decir en el caso de esos inventos que se propagan con expresiones como “centro derecha” o “centro izquierda”, otra vez como si “izquierda” y “derecha” fueran extremos o posiciones radicales que sería preciso atenuar con la palabra “centro”.
Para qué les digo cuando la derecha se disfraza de “libertarismo” y la izquierda de “progresismo”, a ver si con esas dos palabras, la primera abusiva y la segunda blandengue, conseguimos sacarnos el pillo.
Cuestiones de lenguaje, es cierto, pero nadie ha dicho que el lenguaje no importe y que podamos ir por ahí cambiando las palabras o aguándolas según el gusto personal o de grupos que buscan un antifaz que les acomode mejor ante la segura fealdad de los rostros que exhiben al quitarse la careta.
Queda pendiente la discusión sobre qué significa ser de derecha y qué ser de izquierda, pero el acertado uso de los plurales, en ambos casos, podría ayudarnos a avanzar en tal sentido. Los plurales dan mejor cuenta de la diversidad y complejidad de tales expresiones, y obligan también a algo que a los humanos nos gusta muy poco: distinguir.