“Democracia siempre”. “En defensa de la democracia”. “Cuidar la democracia”.
Son frases reiteradas en los últimos meses por el Presidente Gabriel Boric, allá en las Naciones Unidas, en profusos eventos con sus camaradas de la izquierda regional (algunos de ellos con trayectorias bastante resbalosas en la materia), acá en discursos y puntos de prensa.
La ingenuidad no está permitida. La reiteración del resguardo a la democracia empieza a sonar más a una consigna de campaña presidencial que al obvio compromiso institucional de cualquier mandatario.
¿Qué hay en el fondo de esta cruzada que ha sobrevenido en el elenco oficialista? Lo primero y más elocuente: la permanente pretensión de ser dueños de la licencia que define qué es o no democrático. Y de arrogarse el derecho para excluir desde sus pódiums a quienes los confrontan.
Exponer sus déficits, abundantes, y que enredan la vida de millones de chilenos: desinformación. El emplazamiento legítimo a la autoridad presidencial: una falta de respeto. La fiscalización de sus actos: aprovechamiento político. El ejercicio de facultades parlamentarias: pérdida de tiempo. Difundir evidencia comprometedora: irresponsabilidad política.
Uno podría imaginar que, en la concepción de sus autodenominados guardianes, el poder no debe tocarse ni con el pétalo de una flor, porque no cabe interrumpirlo, y que las visiones antagonistas están conminadas a apagarse.
Cuidar la democracia es actuar de acuerdo con sus instituciones, las escritas y aquellas que se sostienen en costumbres y símbolos republicanos. Es mirar un edificio histórico con respeto y repudiar a quien intenta agredirlo. Vestir con solemnidad en funciones de Estado. Honrar la libertad de expresión y responder adecuadamente a las críticas. Decidir sobre los recursos públicos con responsabilidad y probidad.
El Presidente Boric cuidó la democracia cuando comprendió el mensaje de ocho millones de electores en septiembre de 2022, y reordenó su hoja de ruta en ese nuevo escenario. Lo reiteró al garantizar debidamente un funeral de Estado para el Presidente Sebastián Piñera y representar el dolor de millones frente a su muerte repentina.
Al contrario, se descuida la democracia cuando alude a candidaturas presidenciales en una cadena nacional. También si, bajo una preocupación majadera, se está en realidad descalificando la capacidad de los electores para marcar, con plena libertad, sus opciones.
Si bien algunos de sus líderes han hecho una autocrítica (valiosa, debe reconocerse), es curiosa la arremetida de la izquierda como guardiana de la democracia y la paz social. Es la misma que alentó acontecimientos que, por primera vez en treinta años, pusieron en riesgo la primera y alteraron severamente la segunda. Y a partir de entonces cruzó cuantas veces pudo las fronteras constitucionales, en nombre de la dignidad.
Ese espíritu se asomó sigilosamente esta semana. Miércoles 2 de octubre de 2025, Salón de Honor de la Casa Central de la Universidad Católica. El abogado y exdirector del INDH, Sergio Micco, está presentando su libro “Ocurrió en octubre”. No vuela una mosca, la audiencia copa el lugar. Irrumpen entonces con gritos, consignas y el consabido lienzo, dos manifestantes. Ante la molestia espontánea del público que le pide salir para continuar el acto, una de ellas responde, plena de una autoridad fáctica: “¡Silencio!”.
La democracia es siempre frágil. Siempre exige responsabilidad. Y nunca puede confundirse como un pretexto para apagar la libertad.