Nunca pensé que estaría escribiendo una columna sobre si hay censura en Estados Unidos. Sin embargo, cuando la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) —que históricamente ha denunciado ataques contra la prensa en países como Cuba y Venezuela— da la voz de alarma sobre lo que está ocurriendo en este país, hay que prestar atención. Lo que está pasando es grave.
La SIP emitió recientemente tres declaraciones expresando su preocupación por los ataques del Presidente Donald Trump a los medios. La última, del 19 de septiembre, citó declaraciones de Trump y su director de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr, de que podrían revocar la licencia de la cadena de televisión ABC.
¿El motivo? Comentarios críticos del comediante político Jimmy Kimmel. Trump dijo el 18 de septiembre que algunas cadenas “solo me dan mala publicidad o prensa”, y añadió que “están consiguiendo una licencia. Creo que habría que retirarles la licencia”.
Kimmel fue suspendido de ABC horas después de que Carr advirtiera que la FCC podría tomar medidas contra la cadena por los comentarios del comediante sobre la reacción de las bases de Trump ante el asesinato del activista derechista Charlie Kirk.
Tras una avalancha de críticas por la suspensión del comediante, incluida una carta firmada por Tom Hanks, Meryl Streep, Jennifer Aniston y unos 400 artistas más, Kimmel fue reincorporado unos días después.
Sin embargo, el incidente despertó una tormenta política, porque no se trató de un hecho aislado. Pocas semanas antes, la cadena CBS había anunciado que retirará del aire a su comediante político Stephen Colbert el próximo año.
Hay una sospecha generalizada de que tanto ABC como CBS actuaron bajo presión política, porque sus respectivas empresas matrices están tramitando fusiones que requieren la aprobación del gobierno de Trump.
El presidente de la SIP, José Roberto Dutriz, dijo en un comunicado que la mera sugerencia del Presidente de que una cadena podría perder su licencia “constituye una forma inaceptable de censura”.
Apenas una semana antes, la SIP y muchas otras organizaciones habían condenado el juicio de Trump contra el diario The New York Times por 15.000 millones de dólares, y una demanda similar por 10.000 millones de dólares del Presidente contra The Wall Street Journal.
El gobierno de Trump también anunció planes de prohibir el acceso al Pentágono a los periodistas que publiquen informaciones que no sean aprobadas por el gobierno.
Además, la Casa Blanca cambió las reglas sobre quiénes pueden asistir a las ruedas de prensa de Trump. Bajo las nuevas reglas, además de los periodistas, se permitirá la entrada a muchos influencers que apoyan al Presidente, y que generalmente le hacen preguntas complacientes.
Martha Ramos, presidenta de la comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP, me dijo que este tipo de cosas “eran muy inusuales” en Estados Unidos. Y es una tendencia peligrosa para todo el mundo, agregó.
“Estados Unidos es una potencia mundial, y lo que pasa en Estados Unidos termina impactando en otros países”, me dijo Ramos.
Para ser claros, ni la SIP ni otras organizaciones están comparando a Estados Unidos con Cuba o Venezuela. Todavía puedo escribir estas líneas, y miles de otros periodistas estadounidenses aún pueden criticar al Presidente sin temor a ser arrestados.
Pero un número creciente de expertos legales están usando la palabra “censura” para describir lo que está sucediendo aquí. El contrato de Kimmel vence en mayo, y a muchos les preocupa que, al igual que Colbert, pueda ser retirado del aire muy pronto con el pretexto de una “caída de la audiencia”.
Samantha Barbas, profesora de derecho de la Universidad de Iowa y experta en libertad de expresión, me comentó que estamos presenciando “una creciente censura” en el país, como nunca antes en la historia reciente.
En efecto, las presiones regulatorias, junto con las adquisiciones de medios por parte de multimillonarios amigos de Donald Trump y sus juicios contra medios independientes podrían dejar al país con una prensa dócil, como en muchos países autoritarios.
Aún no hemos llegado a ese punto, pero una cosa está clara: Trump ha erosionado la autoridad moral de Estados Unidos para criticar a otros países que amordazan a la prensa. Eso, en sí mismo, es una tragedia.