Señor Director:

A propósito de las cartas recientemente publicadas, relativas a la civilidad vivida en la notable clasificación de Los Cóndores al Mundial de Rugby de Australia 2027, en un estadio Sausalito repleto, puedo contar la experiencia que vivimos como familia y amigos el sábado pasado, para el partido de nuestra selección frente a Nueva Zelandia, en el Mundial de Fútbol Sub 20.

Desde nuestro arribo a una de las impecables estaciones del metro para dirigirnos al Estadio Nacional, se pudo ver y sentir un ambiente familiar y festivo. Los cánticos en apoyo a nuestra selección fueron en aumento en la medida que se llenaban los vagones y luego en la combinación de línea, todo en perfecto orden y respeto.

A nuestra bajada, en la estación Estadio Nacional, éramos una verdadera marea roja que cantaba en favor de Chile. El ingreso al estadio se dio en completa tranquilidad. Ya sentados en las butacas, un estadio repleto (más de 45 mil personas), sin rejas ni vidrios de protección hacia la cancha, en total silencio y de pie al momento del himno del equipo rival, y con un himno nacional cantado a todo pulmón, daba cuenta de que algo había cambiado en la asistencia del público.

Y, luego, el espectáculo de ver un partido trabado y sufrido, que nuestros jóvenes supieron sacar adelante de manera magistral, sin bengalas ni elementos arrojados al campo de juego.

Una frase me quedó dando vueltas, la de mi hijo de 8 años, acostumbrado a la realidad de nuestras frecuentes asistencias al Estadio Monumental a apoyar al equipo de nuestros amores: “Papá, ¿y cuál es la barra de Chile?”. Los que estábamos alrededor le respondimos, es el Estadio completo. Nos faltó decirle, es la familia chilena, que pudo asistir en tranquilidad y sin miedo nuevamente.

Entonces, un mensaje a nuestras autoridades y políticos que se presentan a la próximas elecciones: el fútbol necesita nuevamente a las familias en sus estadios... ya saben cuál es la fórmula.

Francisco Echeverría Ellsworth