Y llegó la semana del Mundial Sub 20, el premio de consuelo que le dejaron a Chile los que iban a ser sus socios mundialistas. Algunos chilenos creen que le irá bien a Nicolás Córdova. Otros no lo creen. Y no faltan los que siguen llamando “la Rojita” al seleccionado chileno (Dios los guarde).
El DT ha llamado a lo mejor que tiene el país en la categoría y echará de menos a dos que no estarán: a Iván Román, carta principal, que deberá cumplir en el torneo los tres partidos de suspensión que arrastra desde el Sudamericano. Y Damián Pizarro, que paga por no haber respondido a una anterior citación del seleccionado y que ahora, en Francia, ojalá sea sometido a exámenes para averiguar qué es lo que tiene en la cabeza (¡negarse a integrar un seleccionado nacional a los 19 años!).
La chilena no es una selección fogueada en la primera división, y eso hace dudar de su capacidad comparativa a los entrenadores consultados, que la creen inferior a varias de sus rivales. Pero como las encuestas no deciden los resultados, habrá que ver lo que ocurre en la cancha a partir de este sábado (lo mismo que en las urnas en noviembre para las presidenciales).
Los planes de Córdova, que está a cargo de toda el área juvenil, incluyen algunos conceptos más que interesantes. Ahora, en la antesala del Mundial, ha expuesto uno que es de máxima importancia.
“Necesitamos jugadores que se queden con la pelota, que se atrevan a pasarse a alguien cuando la situación lo amerite”, dijo.
No quiere más “jugadores robots”. “Que se atrevan a pasarse a alguien”. ¡Por favor, desde cuándo venimos esperando eso! El fútbol es riesgo. Requiere de una dosis mínima de audacia. Pero lo vemos muy poco en un fútbol de poca ocurrencia en el que nuestros futbolistas desesperan por encontrar a un compañero destapado para pasarle la pelota que le quema los pies y el último pase, retrocediendo sin pudor, es … al propio arquero. A veces hay que hacerlo, es necesario, pero no puede ser la receta permanente. Aburre al que observa y al hincha lo irrita.
Tal vez el Mundial esté demasiado cercano para que el entrenador ya muestre frutos de su idea. Pero alguna insinuación sería bienvenida.