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Cartas
Sábado 30 de agosto de 2025
El asesinato del general Carol Urzúa Ibáñez
Señor Director:
Hace 42 años, el general Carol Urzúa Ibáñez, intendente de Santiago, fue asesinado junto a sus dos escoltas por un comando terrorista del MIR.
Esa fatídica mañana, siendo alcalde de Santiago, el general me había invitado a desayunar a su residencia para tratar asuntos de gobierno, reunión que se canceló a última hora. Por esas cosas del destino, aquel imprevisto me salvó la vida; de lo contrario hubiésemos ido juntos en su vehículo.
Ocurrido el crimen, fui de los primeros en llegar al lugar, y en una acción temeraria corrí hacia el automóvil del general y abrí la puerta, encontrándome a don Carol, mi jefe y amigo, sin vida.
Transcurridas cuatro décadas, su hijo, el coronel de Ejército (r) Carol Urzúa Scheggia, en un gesto que lo enaltece, publicó en este diario una carta haciendo pública una reflexión estremecedora. En ella, con una altivez colmada de generosidad y ecuanimidad, implora a las autoridades compasión “para que la justicia no se transforme en una venganza, ni en un castigo perpetuo o una revancha”, y las exhorta a que el Estado se compadezca de aquellas personas privadas de libertad que terminan sus días en las cárceles de un modo inhumano. Lo anterior, a propósito del debate legislativo que pretende la conmutación de penas a ancianos y moribundos encarcelados, materia que ha merecido fervorosos llamados de distintas personalidades en estas mismas columnas.
Consignemos que a los asesinos del general, el Presidente de la República de la época les conmutó la pena de presidio por extrañamiento, y hoy gozan de libertad. Ni una palabra de rencor por aquello de parte de este hijo en la misiva que citamos. Eso se llama grandeza.
Ofrecemos nuestro homenaje a estos dos valerosos soldados. Al general, un patriota carismático, víctima y mártir, que rinde su vida sirviendo a Chile. Al coronel, por decirle con prudencia e hidalguía a todo un país que el odio y la sed de venganza jamás engendrarán frutos virtuosos, y además por recordarnos que la justicia en Chile sigue estando al debe, porque no siempre ha sabido ser justa a la hora de juzgar a muchos, y tampoco compasiva con personas ancianas privadas de libertad y con aquellos que mueren abandonados en prisión, cualquiera sea su condición.
El testimonio de este hijo tiene el mérito y la fuerza de provenir de un hombre de bien que transitó por la vereda del dolor extremo y supo cruzarla serenamente, para decirnos que se puede sobrellevar la vida en paz cuando no existen sentimientos de odio ni de venganza en el corazón.
Carlos Bombal Otaegui