Los principales candidatos presidenciales, Kast, Jara y Matthei, parecen estar de acuerdo en una gran cosa: en que los principales objetivos del próximo gobierno deberían ser crecimiento y seguridad. La tarea del votante sería, entonces, solo la de determinar cuál de los tres tiene la capacidad y el equipo necesarios para realizarlos.
Para volver a crecer de verdad, para que se recupere la inversión, tenemos desde ya que restablecer la seguridad jurídica cuyo derrumbe empezó en el segundo gobierno de Bachelet. No parece que Jara, quien fue partidaria del estallido y de la Constitución refundadora que rechazamos en 2022, sea la más indicada para eso. En cuanto a Matthei y Kast, su idea de reducir impuestos es buena, pero mucho más importante es convencer a los inversionistas de que no habrá reforma tributaria a cada rato en el futuro. Felizmente, sus programas proponen invariabilidad tributaria para las grandes inversiones. Es lo que proveía el DL600 que se derogó en Bachelet II, con el argumento de que Chile ya no lo necesitaba, porque ya éramos un país serio, exento de riesgos políticos. ¡Lo afirmaban justo cuando ellos mismos resucitaban esos riesgos! Pero más importante que un contrato es que el inversionista se convenza de que hay consenso en torno al modelo económico, que no hay riesgo de que las medidas favorables a la inversión de un gobierno sean tumbadas por el que lo sigue. Cuando tuvimos ese consenso, crecimos con fuerza. Para que vuelva, necesitamos un presidente que sepa no solo pelear sino también unir, y allí yo opto por Matthei.
Finalmente, urge desideologizar la inversión. Que no tengamos que esperar que haya una empresa nacional del litio para producir ese mineral. Que se enfrente de una vez el maximalismo ambiental, y el hábito desconcertante de judicializar los proyectos aun cuando ya cuenten con todos los permisos. Tanto Kast como Matthei lo tienen claro.
En seguridad también se necesita un nutrido conjunto de medidas. Es atractivo reducir este complejo tema a titulares llamativos o a golpes de efecto, como el de retroexcavar las viviendas de algunos narcos. Atractivo, pero inoperante. Son muchas las cosas que hay que hacer. Desde ya, empoderar a Carabineros de manera que, al poner orden, no teman ser ellos los ajusticiados. Enseguida, tener un sistema de inteligencia moderno, que permita investigar de verdad. Eso requiere consolidar los datos que en Chile están celosamente retenidos por distintas dependencias del Estado y permitir que a ellos accedan los investigadores, tras conseguir las autorizaciones judiciales pertinentes en forma expedita. También, que sea fiscalizado el personal de aquellas dependencias del Estado que son susceptibles de ser infiltradas por la criminalidad. Y que cárceles de alta seguridad sean construidas con rapidez para que ya no se puedan planificar crímenes y reclutar a criminales desde las mismas cárceles. Y como el crimen es multinacional, que se forjen estrechas alianzas en el exterior para combatirlo. Tal vez podríamos, sin falso orgullo, pedirles también ayuda operacional a países que lo han hecho bien.
Querámoslo o no, el Congreso no es irrelevante en estas materias, porque muchas de ellas requieren leyes y, por tanto, un consenso amplio. Pienso que la candidata Matthei es la más facultada para lograrlo. En su programa han trabajado unas 400 personas, lo que le da credibilidad. Han trabajado en crecimiento y en seguridad desde todos los ángulos, pero también en salud y educación. Tienen medidas detalladas ya preparadas. Hasta tienen redactadas las bases de licitación para las cárceles de alta seguridad.
En comparación, el programa de Jara no es creíble, porque lo implementarían los ineptos que nos están gobernando. En cuanto al de Kast, es, felizmente, muy parecido al de Matthei. Tan parecido que uno se pregunta por qué era tan necesario negarse a una primaria o a una lista única.