La paz en Ucrania continúa siendo remota y compleja de convenir. Lo concreto es que no hay avances significativos para poner término a la guerra, a pesar del encuentro entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska; de anteriores supuestos compromisos anunciados por Trump y su enviado especial, el empresario Steve Witkoff, y de la amistosa reunión en la Casa Blanca esta semana, con la participación de Volodimir Zelenski, los gobernantes de las cuatro principales potencias europeas asociadas a la OTAN, el secretario general de esa alianza y la presidenta de la Unión Europea. Mientras, Rusia sigue ganando tiempo, avanzando, bombardeando y desgastando al ejército ucraniano, sin renunciar a ninguna de sus pretensiones territoriales y aspiraciones de mantener a Ucrania en su esfera de influencia.
Han transcurrido más de once años desde la anexión de Crimea, sobre tres años desde la invasión Ucrania y más de siete meses desde que Trump asumiera la presidencia de Estados Unidos. No obstante, la guerra sigue, con más de doscientos mil muertos y más de siete millones de expatriados.
Es cierto que el conflicto fue heredado por Trump y que Barack Obama y Europa fueron virtualmente indiferentes a la anexión de Crimea, que luego impulsó a Putin a la invasión, bajo el falso convencimiento de falta de resistencia de Zelenski y del valeroso pueblo ucraniano.
Lo inquietante son las continuas concesiones de Trump a Putin, sin incentivos para que Rusia convenga la paz. Careciendo de autorización de Kiev y de la conformidad de los aliados europeos, previo a ninguna concesión de Moscú, Trump anticipó la viabilidad del intercambio de territorios ucranianos, reconociendo implícitamente derechos de Moscú sobre los mismos. A la vez preocupa, aunque no sorprende, la ligereza del mandatario estadounidense para dar por aceptadas y suficientes sus ambiguas e indefinidas garantías para la observancia de los eventuales acuerdos de paz. Ya fue una concesión haber recibido en territorio norteamericano a Putin, inhabilitado para viajar por 125 países debido a una orden de captura de la Corte Penal Internacional, por crímenes contra la humanidad. En Alaska, Trump también cedió al postergar nuevas sanciones a Rusia por no aceptar el cese del fuego.
Con todo, dos elementos positivos surgen en las negociaciones en curso. El primero es el persistente apoyo a Zelenski del pueblo ucraniano, la Unión Europea, Canadá y aliados europeos de la OTAN. Lo segundo, seguramente proveniente de lo anterior y de la complejidad de la situación, es el golpe de realismo que ha debido asumir Trump. Durante su campaña, prometió poner término a la guerra en 24 horas. Después de la reunión en la Casa Blanca, reconoció su error. “Pensé que esta era una de las negociaciones fáciles”, dijo.