Todos sabemos cómo se expresa el hinchismo. Abarca muchos aspectos de la persona que lo siente y lo vive. Algunos suelen estar más cerca de ser simpatizantes o seguidores cercanos; son aquellos hinchas “con los que se puede conversar”, que intentan ser objetivos, que les pueden encontrar virtudes a los equipos rivales.

Y desde ahí la temperatura comienza a subir. Desde caliente hasta hirviente. Pueden ser muchos los grados entre la calentura y la hervidura. En ocasiones un mismo hincha puede pasar de un estado al otro en una misma circunstancia. En una discusión, por ejemplo, o en el desarrollo de un partido. El tipo puede aceptar que le digan que su equipo anda mal en su delantera, pero no que es un mal equipo. Puede aceptar dos amarillas, pero no dos rojas. ¡Por favor!

Así, puede seguir aumentando grados hasta llegar al incendio. Y ahí no lo silencia ni apaga nadie. Ya no es un hincha. Es un animal rabioso.

Uno debe suponer que todo empieza por una simpatía que se transforma en cariño, en amor, en identificación con unos colores, con una historia. Es pasión que resulta coronada cuando el hombre llega a la directiva del objeto de su amor. Y más si es el presidente.

Siempre se ha criticado a quienes al llegar a dirigente tienen comportamiento de hincha. Porque ser dirigente, se dice, implica ser de mente fría, objetiva, “no calentarse la sangre” por un mal arbitraje, por una mala programación ni por nada. Eso se dice y se ha dicho siempre.

Pocas veces se consigue y normalmente son tipos “de mecha corta” que pueden perseguir a los árbitros a los vestuarios, entrar a la cancha y hasta retirar a su equipo del partido. Otros renegaban de su amor y metían las manos a la caja del club y por eso nacieron las SADP, que no resolvieron los problemas antiguos y crearon unos nuevos. Por eso hay que actualizar la ley.

¿Entre cuáles hinchas habría que ubicar a Aníbal Mosa? Él es el presidente de Blanco y Negro. Esta es una concesionaria o concesionada (la Real Academia Española de la lengua, la RAE, explica la diferencia haciendo un tremendo lío) del club Colo Colo.

Es un hincha que siente amor por el club, sin duda. Pero en la forma de expresarlo anda actualmente muy mal. Y actualmente se cumplen los cien años, hito importante. Dicho en castellano “ha hecho puras embarradas”. Enumerarlas da material para varias columnas.

Es mejor que se vaya. Por el club de sus amores.

La Universidad de Chile es una potencia competitiva de nuestro campeonato, pero ahí también se han cometido errores en la organización, principalmente en materia de contrataciones. Ahora la nota alta se dio con Eduardo Vargas, quien venía para la U (lo pedía el entrenador) y terminó firmando para Audax. Inexplicable, como la salida de Joaquín Larrivey en su oportunidad. Y hay más. Yo no sé si Michael Clark, presidente de Azul Azul, es algún tipo de hincha, pero es mejor que se vaya.

Por último, la ANFP, que no es concesionada ni concesionaria. ¿Habrá que agregar algún motivo tras ver nuestro lamentable estado como país futbolístico? También es mejor que se vaya Pablo Milad. Por el bien del fútbol.