Para negociar los aranceles con Donald Trump, Javier Milei mandó a un contingente de expertos y altos funcionarios, liderados por el canciller y el ministro de Comercio: un equipo sólido que durante semanas se reunió con sus contrapartes norteamericanas. Y tuvieron éxito. Mientras un centenar de países aún esperan una carta en la que se les informe sobre las nuevas tarifas a sus exportaciones y los brasileños arriesgan aranceles de 50 por ciento, los argentinos avanzaron hasta llegar a acuerdos preliminares que, si son confirmados por Trump, pondrán a Argentina entre los países privilegiados con bajos aranceles, incluso cero. ¿Es mérito de los negociadores o de la “amistad” entre Milei y Trump?
El Presidente argentino tiene una admiración real por su colega y la ha manifestado desde antes de su reelección. En febrero del año pasado, voló a Florida a una conferencia conservadora, donde saludó efusivamente a Trump, quien lo felicitó por sus primeros éxitos económicos. Luego, fue el primer líder extranjero que recibió el republicano tras su victoria, en noviembre. “Los vientos de la libertad soplan más fuertes”, le dijo Milei. “Eres mi presidente favorito”, le aseguró Trump. Y parece que era cierto, porque el argentino estuvo entre el puñado de líderes mundiales que asistieron a la inauguración del Presidente. En un posterior encuentro, Trump diría “lo amo… a cualquiera que me quiera yo lo quiero”. Milei se alineó con él desde el inicio: se salió de la OMS cuando EE.UU. lo hizo, aplaudió el nombramiento de Elon Musk y se distanció cuando fue oportuno, destituyó a su canciller cuando ella votó en la ONU a favor de terminar el embargo de EE.UU. a Cuba, apoyó el ataque contra Irán y está con Washington, firme, al lado de Israel. Lealtad a toda prueba.
Quizás Milei cultiva el narcisismo de Trump por un genuino interés en el Presidente y en su liderazgo político. Tienen cosas en común, comparten un estilo político provocador, son disruptivos y no le temen a enemistarse con nadie. Supuestamente, siguen una misma ideología, pero son evidentes las diferencias. Mientras el argentino defiende el libre mercado a todo evento, y lo ha hecho con éxito para eliminar barreras al desarrollo de Argentina, Trump, proteccionista, tiene al mundo patas arriba con la incertidumbre tarifaria. “Los amigos serán siempre amigos”, tuiteó Milei, sin críticas, cuando Trump anunció su política arancelaria.
Javier Milei está cambiando Argentina, equilibrando las cuentas con políticas que revierten años de despilfarro y corrupción, pero necesita el apoyo de Estados Unidos para salir de la crisis. Su amistad con Trump lo está ayudando. Así como esperaba de la Casa Blanca un empujoncito para conseguir los créditos del FMI, confiaba en que esa amistad lo salvaría de los altos aranceles. No es momento de gallitos, pero los halagos exagerados también son peligrosos. Sería conveniente que Milei recordara que entre políticos, más que amistad (y que lo diga Musk), lo que hay son intereses coincidentes, y estos pueden cambiar en cualquier momento.