Participar en una primaria requiere de una motivación especial, ya sea ideológica, ya sea estratégica, que muchas veces se resuelve a última hora y que no es fácil de anticipar. De hecho, en 2021 las dos primarias tuvieron ganadores inesperados.
Aun así, las encuestas disponibles dan ventaja a Jara y, por el otro lado, aparentemente a Kast. Comienza así a reaparecer el fantasma de la polarización que se manifestó en plenitud en la presidencial pasada y en las dos sucesivas constituciones fallidas. Sería una reaparición, porque en la municipal de octubre pasado parecía haber retornado la antigua moderación binominal.
Lo de Kast bien podría ser una respuesta ante una serie de errores de una candidata que, atrapada en la contingencia, aún no logra transmitir qué ofrece hacia el futuro. Pero la popularidad de Jara merece mayor reflexión. Su éxito no se debe a ser comunista, sino que surge a pesar de ello y tiene escaso contenido ideológico. Su ánimo tampoco parece ser el ánimo enojado de los diversos extremistas del continente.
Tal vez, la debilidad institucional del país, y en particular de los partidos políticos, transforma una competencia que debiera ser de visiones de mundo y programas de gobierno en una sobre el carácter de los individuos.
Más que un rostro de la polarización, Jara parece encarnar eso que no sabemos definir del todo (y que menos sabemos imitar): eso que llamamos carisma. Se ha dicho mucho que una mayor participación en la primaria favorecería a Tohá, por estar más cerca del centro. Pero al mismo tiempo ese encanto, esa simpatía liviana, ese ángel que tiene Jara, quizás conecte mejor con las masas desafectadas, esas que no quieren saber más de los políticos ni de peleas ideológicas. No hay que olvidar, además, que fue el pragmatismo de Jara el que logró destrabar la cuestión previsional tras años de empantanamiento.
El encanto de Jara ha sido, quizás, fortalecido por la frialdad que ha encontrado Tohá entre sus huestes. Luego de atajarla por meses, Bachelet optó por la “imparcialidad”, mientras que el Partido Socialista la apoyó tarde y a regañadientes. Lo que va quedando de la vieja Concertación en la élite política suena a poco o poco convencido.
Por otra parte, pareciera que el debate hasta ahora no ha estado a la altura de las circunstancias. Tanto en la izquierda como en la derecha hay candidatos que a ratos parecen creerse eso de que cualquier forma de conocimiento (incluida la ignorancia) es igualmente virtuosa; que todo puede lograrse únicamente con buena voluntad; o, incluso, que la técnica es apenas un artilugio para encubrir intereses, y el conocimiento un privilegio elitista usado como forma de exclusión. Pero el escrutinio, esperemos, irá aumentando.
En un mundo donde los partidos no pesan, el electorado no perdona los errores y no guarda lealtades. Así las cosas, queda mucho trecho y nada asegura que quien gane este domingo esté en la papeleta de diciembre, esa donde caben solo dos candidatos.