La disputa de la Presidencia de la República está lejos de las posibilidades de los partidos oficialistas. ¿Para qué sirve, entonces, la primaria en curso? Con voto voluntario y financiamiento estatal, es una oportunidad de oro para hacer propaganda en todo el país y conseguir popularidad para sus candidatos. Quienes pierdan, habrán sacado provecho del regalo de una precampaña para conseguir o mantener un cargo parlamentario.
Sin embargo, lo que no estaba en los planes del bloque gobiernista era que la campaña terminara por desnudar la fragilidad de su unión. Los candidatos han dejado crudamente en evidencia que el acuerdo de socialistas democráticos con comunistas y frenteamplistas se ha sostenido básicamente en el ejercicio y goce del poder. En el caso hipotético de que ganen este año la elección presidencial, es posible que sigan asociados y contentos. En el caso de que pierdan, desaparecerá el incentivo.
La primaria gobiernista puede ser el último acto de un experimento político que fue abundante en emociones fuertes. Los partidos asociados derrocharon enorme imaginación respecto del futuro del país, empeñados como estaban en llevarlo en una dirección distinta a la que lo hizo progresar en los 30 años anteriores.
En rigor, estuvieron a punto de entrar en la historia como la vanguardia iluminada de la refundación de Chile. Habría sido catastróficamente memorable. Deberían agradecer a la Providencia que no les resultó. Se salvaron del éxito. Hoy, prefieren decir que estabilizaron el país.
Se dice que esta primaria expresa una disputa por la hegemonía de las “fuerzas progresistas”. ¿Y qué clase de progresismo sería ese que no pudimos apreciar en los años de Boric? ¿Tiene alguna relación con el progreso real, o es otra cosa, filosóficamente más profunda? Como sea, está a la vista que en esa coalición hay quienes no son capaces de diferenciar entre dictadura y democracia. Es lo que se deduce de la afirmación de Carmona, el jefe comunista, en el sentido de que Cuba, un país ahogado por la pobreza y la represión, en el que existe un Estado policial, es una “democracia avanzada”.
Carolina Tohá dijo recientemente que Jeannette Jara representa a un partido que “donde ha gobernado en el mundo, los países se han estancado socialmente y ha cundido la pobreza”. De inmediato, Carmona dijo que a Tohá se le olvida considerar a China y Vietnam, que son ejemplos de “políticas comunistas exitosas en lo económico”. ¡Gran descubrimiento! China y Vietnam representan el capitalismo de Estado, el ultracapitalismo, lo que les ha permitido prosperar sin duda, a la vez que favorecer el surgimiento de una nueva clase de vanguardia: la de los multimillonarios.
Una pregunta es obligatoria: ¿cuál sería la “parte comunista” de aquellas experiencias? Y la respuesta es esta: el poder absoluto del Partido Comunista. O sea, la existencia de un partido/Estado que gobierna sin las incomodidades de tener que convivir con otros partidos, o soportar una prensa libre, o tolerar sindicatos que hagan huelgas, o aceptar que haya elecciones libres y competitivas.
Es posible que la primaria oficialista no despeje la representación izquierdista en la elección presidencial. Independientemente de quien gane, vendrá un complejo reacomodo de fuerzas en el mundo de las izquierdas. Si gana Jara, podría irrumpir por fuera un postulante de centroizquierda; si gana Tohá, podría levantarse un candidato de la izquierda radical.
Tal como muestran las encuestas, es altamente probable que el próximo gobierno sea de derecha. Hace algunos años, era inimaginable que en la primera vuelta presidencial compitieran, como esta vez, cuatro corrientes de derecha. Veremos qué resulta de eso. Lo concreto es que el reto que enfrentará el próximo gobierno será gigantesco, y más vale que las corrientes de derecha se convenzan de que el país no puede dejar atrás un extravío e inaugurar otro. Se necesitarán amplios acuerdos nacionales. Es indispensable gobernar para todos los chilenos.
En este contexto, es razonable preguntar qué interlocutor tendrá el eventual gobierno de derecha, qué espacio de racionalidad democrática se creará con vistas a reforzar la gobernabilidad y la estabilidad. ¿Surgirá una nueva centroizquierda que, desde la oposición, actúe con sentido de Estado, se distancie de las veleidades populistas y condene sin ambigüedades la violencia política y cualquier clase de golpismo, incluido el que vimos en 2019? Sería positivo que así fuera, ya que contribuiría a que Chile repare la brújula rota y recupere el tiempo perdido.
Sergio Muñoz Riveros