La incertidumbre mundial impone cambios de foco en la diplomacia nacional. Lo primero, en la transición hacia una mayor estabilidad mundial, es introducir mayor pragmatismo y erradicar la ideologización que en los últimos años dificulta el acceso de Chile a la Casa Blanca, sede de la principal potencia mundial, vanguardia en el desarrollo del conocimiento, primer poder militar, mercado más importante para las exportaciones no minerales, sostenidamente 26% del producto mundial, con la que compartimos valores y las más densas relaciones bilaterales.

Dañinas para el interés nacional han sido las ofensivas expresiones públicas del Presidente Boric sobre Trump, por fundadas y respetables que sean sus convicciones íntimas. También sus declaraciones han provocado desencuentros en las prioritarias relaciones vecinales, con Argentina y Perú, por críticas del Presidente Boric al Presidente Milei y a Dina Boluarte.

Consecuenciales son las señales de preferente cercanía hacia China en medio de sus conflictos con Estados Unidos y de la importante negociación comercial en curso de Chile con Norteamérica. Significativo es que el Presidente Boric se entrevistara cuatro veces con el Presidente Xi Jinping, sin que se registre ningún contacto personal bilateral con el Presidente Trump, su secretario de Estado y más cercanos colaboradores. Por último, está la obsesión en contra de Israel, con repercusiones en nuestra seguridad y también en la relación con Estados Unidos. Hay que cambiar y erradicar la diplomacia ideologizada del Presidente Boric, que aísla a Chile.

Aparte de introducir pragmatismo, prudencia y desideologización, corresponde una mayor diversificación, como ocurriera décadas atrás con la visionaria apertura al Pacífico y está ocurriendo con los países del golfo Pérsico y con la India. Especialmente importante es profundizar la conexión de la diplomacia con las prioridades nacionales de seguridad ciudadana, crecimiento económico, y transferencia del conocimiento, ciencia y tecnología.

El fenómeno Trump, la indefinición de su política comercial y exterior, la pugna entre China y Estados Unidos, la degradación del multilateralismo, la crisis migratoria y la persistente falta de integración latinoamericana no se resolverán ni solucionarán en el corto ni en el mediano plazo.

Chile no está ajeno a esas realidades. Urge modernizar y ajustar su política exterior mientras no se normalice el panorama mundial. Estamos perdiendo oportunidades y no deberíamos esperar que los cambios los realice un próximo gobierno.