Donald Trump dice que sería “estúpido” no aceptar un regalo “gratis” de un amigo. Y si es un Boeing 747 de Qatar para ser usado como avión presidencial, entonces, ¿cuál sería el problema? No es un obsequio personal, sino de un Estado a otro, por lo que desde la Casa Blanca no ven inconvenientes. No hay conflicto de interés, dicen. No es soborno. ¿Por qué querríamos comprar influencia sobre Trump?, se preguntaba el Primer Ministro catarí. Puede ser ingenuidad de su parte, pero lo cierto es que todo el mundo ha mirado con suspicacia el regalito, que si fuera nuevo costaría 400 millones de dólares.

Polémicas por conflictos de interés han rondado a Trump desde que se postuló a su primer mandato, pero se han agudizado desde el año pasado. En 2016 ya se cuestionaba si podría separar las tareas de gobierno de sus negocios. Fueron muchos los problemas surgidos de ello, e incluso llegaron a la justicia, como el caso —archivado cuando salió de la Casa Blanca— por la supuesta violación de la cláusula constitucional sobre emolumentos, al haber recibido pagos de entidades federales por ocupar su hotel de Washington. Cualquier presidente puede ser objeto de críticas por actos más o menos antiéticos durante su gestión, y muchos antecesores de Trump eran ricos, pero pusieron cortafuegos para evitar comentarios.

Desde 1970, todos los mandatarios usaron la figura del fideicomiso ciego para manejar sus fortunas, mientras el actual presidente puso sus intereses en un “fideicomiso revocable” controlado por sus hijos, que le rinden cuentas periódicamente, y no por un ente independiente que vea la totalidad de sus múltiples y complejos negocios. Además, Trump ha rehusado comprometerse, como lo hizo la vez anterior, a no hacer negocios en el extranjero durante su mandato. Poco antes de su gira a Medio Oriente, donde consiguió promesas de inversiones billonarias en Estados Unidos de los países del Golfo Pérsico (para hacer grande a América), sus hijos recorrieron la región preparando el terreno para sus propios negocios. Ya se sabe del acuerdo con empresas sauditas para construir un resort en Doha, algunos proyectos en los Emiratos Árabes Unidos y otros que no se han hecho públicos. Tienen derecho a hacerlos, porque los familiares del Presidente son “ciudadanos privados” que no tienen obligación de declarar sus conflictos de interés.

Aun así se levantan cejas al observar cómo se ha duplicado la fortuna presidencial en el último año, según ha dado cuenta la revista Forbes. No son solo los conocidos negocios inmobiliarios la base de la riqueza del Presidente, sino también los ingresos por licencias para usar la marca Trump, las ventas de artículos que van desde biblias impresas en China hasta guitarras eléctricas, y, cómo no, las famosas criptomonedas. La última polémica surgida de este ítem fue la fastuosa fiesta que dio el jueves, en su club de golf de Virginia, a 220 compradores de su memecoin $TRUMP, que le rindió unos 140 millones de dólares después de impuestos. Puede que nada sea ilegal, pero queda la duda.