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Editorial
Domingo 25 de mayo de 2025
¿Normalización del país?
El relato que con astucia se buscó articular el año pasado para presentar su administración como aquella que devolvió la normalización al país y estabilizó la economía, difícilmente les podrá servir ahora como base para un discurso.
La última Cuenta Pública del Presidente Boric se dará en medio de la gravísima crisis de confianza y la alta desaprobación por la que atraviesa su gobierno y la coalición que lo apoya. El relato que con astucia se buscó articular el año pasado para presentar su administración como aquella que devolvió la normalización al país y estabilizó la economía —con cierta arrogancia sus autoridades llegaron incluso a levantar el lema de que “Chile está de vuelta”—, difícilmente les podrá servir ahora como base para un discurso.
Si ya el año pasado, cuando se jactaban de haber “normalizado” el país, muchos le recordaban al Presidente Boric que su sector, incluyendo actuaciones suyas cuando era diputado, contribuyó decisivamente a la desestabilización política y económica del gobierno de Piñera —alentaron el desorden en las calles, cohonestaron con la violencia, debilitaron las fuerzas de orden, fomentaron los retiros de los fondos de pensiones a sabiendas de sus perniciosos efectos, entre otras conductas— y que el principal hito que ha cooperado a dar cierta estabilidad al país fue el rechazo al proyecto constitucional refundacional de la Convención, texto que el Gobierno entusiastamente apoyó, ahora se acumulan nuevos argumentos en contra de esa tesis.
Desde el punto de vista económico, el último informe del Consejo Fiscal Autónomo es lapidario. No existe memoria de un documento tan negativo sobre el manejo de las cuentas fiscales como el presentado este mes ante la comisión mixta de Presupuestos del Congreso. De acuerdo con el texto, Chile “enfrenta una situación de estrés fiscal prolongada, que nos lleva a un punto de inflexión”, en tanto la trayectoria de la deuda pública “refleja un desequilibrio fiscal persistente”. Además, se reprochó a Hacienda que el cambio propuesto “en las metas fiscales repite una práctica que ha dificultado la consolidación de las finanzas públicas, al trasladar parte de los esfuerzos de consolidación a las futuras administraciones”.
Es también evidente que las mejores cifras económicas que se esperan para los próximos meses están influidas, en parte importante, por el cambio de gobierno que se avecina y en la expectativa de que una nueva administración pueda ordenar la caja fiscal e impulsar el crecimiento.
Lo que en muchos aspectos sí se ha normalizado, sin embargo, es la mediocridad. Hoy, lo normal es un país cuyo crecimiento potencial no supera el 2%, con tasas de homicidio superiores en 50% a las de hace un lustro, con menos capacidad de crear empleo, con listas de espera fuera de control, con más campamentos y donde es más difícil acceder a la vivienda, y es normal que haya zonas que lleven años bajo estado de excepción. Naturalmente, parte de la responsabilidad de estas situaciones excede a la de este gobierno, pero resignarse a aceptar como normal este estado de cosas es profundamente insatisfactorio.
Seguidilla de escándalos
Desde el punto de vista político el balance es igualmente crítico. El mejor ejemplo es el poco respaldo y bajísimo interés que despiertan hoy las candidaturas del oficialismo, varias de las cuales sin éxito han tratado de desmarcarse del Gobierno. Y es que el haber sido ministra o ser el candidato del partido del Presidente es una carga demasiado pesada.
La seguidilla de escándalos de las últimas semanas, en que al caso de la fallida compra de la casa del expresidente Allende le siguen como si fuera una posta el caso Procultura y, luego, el reciente informe de Contraloría que da cuenta de que miles de empleados públicos salen del país, pese a estar con licencia (ver editorial arriba), golpean en la base la credibilidad del proyecto político de gobierno. Difícil resulta ahora plantear un discurso sobre la base de una supuesta superioridad moral de una generación que criticaba sin contemplaciones a sus antecesores o pontificar que en el crecimiento y protagonismo del Estado están puestas las esperanzas para el desarrollo del país.
El bullado caso del compañero de colegio y amigo del Presidente, contratado en un ministerio con un altísimo sueldo y que tuvo que renunciar solo después de que se conociese públicamente que era uno de los que hicieron uso abusivo de las licencias médicas, es una síntesis inmejorable de las causas de rechazo y decepción que para muchos ha significado esta administración. Una muestra de amiguismo al más alto nivel, de abuso desenfadado de los cargos que son considerados como un verdadero botín, de ineficiencia crónica de un Estado que permite que un funcionario esté bajo sumario por casi dos años sin que pase nada y que solo salga cuando un medio informa la situación, entre otras cosas.
De otro lado, la reacción del Gobierno ante estos casos denunciados por la Contraloría da cuenta de un cierto extravío. Confiar en que la creación de un Comité de Ausentismo Laboral en el Estado o que el desarrollo de los sumarios pueda enfrentar estas situaciones es ilusorio. ¿Qué expectativas se pueden tener en los sumarios que impulsa el ministro Marcel cuando el mencionado caso del amigo del Presidente y muchos otros dan cuenta de que no han tenido mayor impacto? Enfrentar casos como el de las licencias requiere señales más duras, mayor decisión y cambios estructurales profundos.