Aunque los últimos dos partidos jugados lo desmientan (ante Carabobo y Huachipato), no se puede categorizar a Universidad de Chile como un equipo ultra ofensivo.
Decirlo y pensarlo sería, en verdad, restarle méritos al cuadro que dirige Gustavo Álvarez.
No, la U no es una escuadra que tenga autoimpuesta la obligación de ir a buscar el arco contrario a como dé lugar. Sale a ganar sus partidos, sin duda, pero no con la fórmula del aniquilamiento, sino que por el camino de la construcción de un camino que está lleno de curvas.
Claro, la ruta más corta entre dos puntos siempre es una línea recta, dice el principio geométrico. Pero tal máxima es solo parcialmente verdadera (según los expertos, solo es aplicable a superficies planas) y derechamente es cuestionable en el fútbol donde, para llegar más fácilmente al arco contrario, es necesariamente moverse, cambiar de lado, ir hacia adentro y hacia afuera, girar, entrar, salir y volver a entrar…
César Luis Menotti lo explicó mejor, sin duda, cuando señaló que en el fútbol hay cuatro acciones: defender, recuperar (intentando reducir espacios), gestar y definir. Y complementó diciendo cuáles son las obligaciones de un DT: “Un entrenador tiene tres premisas: generar una idea, convencer de que esa idea es la que lo va a acompañar a buscar la eficacia, y encontrar en el jugador el compromiso de que, cuando venga la adversidad, no se traicione la idea”.
Sin duda que la U de Álvarez es hoy la expresión de este ideario menottista.
El estratega azul ha construido un equipo que valora en igual medida el ejercicio de la obstrucción y de la obtención de la pelota como el de su traslado y posterior intento por llegar a las redes contrarias.
Esta Universidad de Chile sin duda que es de momentos de partidos. Por muchos espacios de sus encuentros incluso queda la sensación de que tiene campo y tiempo para atacar más, pero opta por hacer que la pelota ruede en su zona de seguridad (que en su caso es la del mediocampo) porque entiende que no hay que provocar desequilibrios que pueda aprovechar el rival.
Que así lo exhiban los jugadores azules, que podrían sentir un grado de rebeldía en razón de la seguridad que por momentos tienen de sus propias capacidades, es el gran mérito de Gustavo Álvarez.
De parte de él se nota un discurso interno donde se han puesto en el centro las convicciones para provocar convencimiento. Y si por alguna razón alguno elige rebelarse, no ha habido en el entrenador ningún problema en relevar o sacar a quien no entienda el mensaje (Lucas Assadi y Leandro Fernández lo pueden testimoniar).
Ello denota liderazgo de parte del DT Álvarez. Habla mucho de él lo que uno ve hoy cada vez que la U sale a la cancha.
Los objetivos y las convicciones están hoy claramente expuestas en Universidad de Chile.
Esos parecen ser sólidos argumentos para entender su buen presente.