Fui ministro de Minería a los 32 años, y hoy, a los 84, presido la Fundación Encuentros del Futuro. Diversas experiencias de mi vida me han enseñado a no desperdiciar las grandes oportunidades y actuar con ambición para el desarrollo de Chile. Y hacerlo bien.
Chile está ante una encrucijada potente si es capaz de transformarse en un actor principal en el desafío global de la descarbonización y la electrificación del mundo. Cobre, litio, energía solar y eólica, hidrógeno verde, madera, acuicultura y agricultura tienen en común la naturaleza y la tecnología verde. El litio es un factor de desarrollo potente y el acuerdo Codelco-SQM es una decisión nacional de primera importancia. Logra simultáneamente coordinar nuestra presencia en dos productos importantes para el mundo y aprovecha la colaboración público-privada para una nueva etapa.
Un trato directo con SQM permite dar respuesta de forma inmediata al aumento de producción de litio y su proyección al largo plazo, involucrando al Estado como un actor estratégico. A partir de la misión encomendada por la Estrategia Nacional del Litio y luego de estudiar diversas alternativas, Codelco decidió buscar un acuerdo con SQM, una empresa chilena de clase mundial, que tiene el contrato para operar en el Salar. Es un paso inteligente que permite a Chile, con el conocimiento acumulado por SQM y el liderazgo de Codelco, asegurar el cuidado ambiental y la participación de las comunidades y, al mismo tiempo, capturar beneficios inmediatos que irán a todas las chilenas y chilenos, partiendo por el territorio desde donde surge esta riqueza.
Este tipo de acuerdos nos abrirá muchos negocios nuevos. La capacidad nacional debe difundirse al resto de la economía nacional, buscando a través de Corfo y otros instrumentos el desarrollo de empresas chilenas medianas de tecnología avanzada que proveen de servicios y manufacturas a este nuevo sector, y de alianzas internacionales que verán en Chile un socio confiable.
La historia de Chile y del mundo muestra que se necesita un Estado que asuma un rol protagónico en sectores estratégicos, que contribuya al encadenamiento productivo y a la agregación de valor y que invierta con un sentido de futuro. Por cierto, esto no implica que el Estado deba hacerlo todo. Pero necesitamos un Estado inteligente, capaz de definir orientaciones claras y generar alianzas público-privadas eficaces. Esta asociación es una fórmula innovadora para desarrollar la producción en base a los más altos estándares ambientales que resguarden los ecosistemas del Salar de Atacama y con participación de las comunidades. No podemos continuar funcionando con el mismo modelo de desarrollo.
El litio representa una oportunidad para que Chile se convierta en actor clave de la transición energética global. Todas las potencias están mirando qué pasa en Chile. Y podemos decir con orgullo que se está implementando una política de Estado que conjuga la protección del bien común con la gestión e innovación privada, en una combinación sumamente ventajosa para el fisco, que permite contar con nuevos recursos para sacar adelante compromisos indispensables para lograr mayor cohesión social.
Chile lleva décadas intentando desbloquear su capacidad productiva de litio y encontrar una fórmula compatible con una norma constitucional que viene de tiempos en que el uso de litio para las baterías y el desafío del cambio climático aún no se conocían. Ahora se ha trazado un camino, no hay tiempo que perder, y Chile debe actuar con agilidad y celeridad. Un largo proceso de licitación, con una posterior adjudicación a un tercero distinto a SQM y la consecuente entrada en un valle productivo, habría tenido como resultado un camino incierto y con altas probabilidades de fracaso.
Estoy consciente de que en algunos subsiste incredulidad, agudizada también por el clima de desconfianza que impera en el país. La clave no está en dudar, sino en ejecutar las cosas bien. Allí debemos poner el esfuerzo y creo que ambas empresas han mostrado fortaleza a escala global.
Sergio Bitar