Millones fuimos testigos y sufrimos por el deterioro mental del Presidente Biden en su fatal debate presidencial con Donald Trump, en junio pasado. Luego, dirigentes demócratas lo defendieron, sosteniendo que los balbuceos y confusiones del mandatario eran pasajeros, producto de su exigente agenda. Un mes más tarde, el entonces Presidente renunció a su reelección. Lo presionaron partidarios argumentando que las encuestas no lo favorecían, ocultando su incapacidad para gobernar
Tres libros: “Luchar”, “Venganza” y especialmente “Pecado Original”, que se lanzará en los próximos días, revelan la conspiración para ocultar el deterioro cognitivo de Biden, que se arrastraría desde antes de las primarias. Se aportan testimonios de reiteradas confusiones; entre otras, el desconocimiento de la identidad de George Clooney, y de amigos y asesores directos en reuniones en la Casa Blanca.
La salud mental del expresidente ha continuado agravándose y su familia sigue exponiéndolo, sosteniendo que nunca perdió sus capacidades. Afirman, además, que, de haber postulado, habría derrotado a Donald Trump. Peor, lo han alentado a una “gira de redención”. La serie de proyectadas actuaciones públicas se inició el jueves de la semana pasada. Su primera entrevista televisiva, en el programa “The View”, de la cadena ABC, fue desastrosa. Entonces, preguntado sobre su estado mental durante la campaña, respondió que las aseveraciones eran falsas para luego quedar paralizado, con balbuceos inentendibles, similares a los del debate presidencial. Durante su respuesta nunca alzó la vista, dando margen para estimar que leía. Para salvar la situación, su cónyuge, Jill Biden, intervino afirmando que ninguno de los autores de los libros mencionados estuvo en la Casa Blanca y que ella podría asegurar que Joe trabajó incansablemente durante todo su mandato.
Una combinación de cariño, reconocimiento de su gestión y amistad pudo conducir a que familiares y cercanos menospreciaran las falencias de Biden. Lo reprochable es el encubrimiento de quienes se beneficiaban por conservar su influencia y cargos en el poder. Unos y otros se equivocaron. El ocultamiento no era finalmente posible de mantener, y sus consecuencias, gravísimas para la imagen del expresidente y de Estados Unidos. Los participantes del engaño deberían responder de sus actos, con mayor razón quienes pretendían beneficiarse. Doctor House, en su popular serie televisiva, para exculparse, sostenía: “todo el mundo miente”. Puede ser exagerado, pero no tanto; gravísimo es cuando los que mienten están en el poder.