Luego de un momento de dudas y confusión, el Socialismo Democrático ha salido a jugar fuerte su oportunidad en la política chilena, apoyando la candidatura de Carolina Tohá.
Hay conciencia de que las fuerzas progresistas enfrentan un difícil escenario, definido por un diagnóstico donde un sector relevante de la sociedad chilena de hoy, preocupado por la inseguridad y la delincuencia, acoge ideas autoritarias, que promueven soluciones simplistas a esta dura realidad.
Combatir el populismo nunca ha sido fácil, pero es un deber hacer pedagogía respecto de alternativas que asuman la real complejidad de los problemas que enfrentamos como nación. Esa es la tarea de hoy: derrotar el facilismo y construir una masa crítica que permita acuerdos y soluciones de largo plazo.
Levantar una candidatura común de quienes tienen historias, experiencias y visiones concordantes es un punto de partida imprescindible. Esta fue una importante contribución al gobierno del Presidente Boric luego de la derrota del Apruebo en septiembre de 2022.
El hito de orden y de unidad establecido por el Socialismo Democrático la semana pasada, al decidir deponer su candidatura propia y apoyar la de Tohá, va en esta línea.
El Partido Socialista pensó con perspectiva dejando atrás rencillas y personalismos, que tanto dificultan hoy la acción de una política con propósito.
El paso más significativo que hizo posible este nuevo cuadro lo dio Paulina Vodanovic al declinar su candidatura presidencial, que había sido decidida por la unanimidad de la directiva del partido. La senadora Vodanovic, titular de un gran liderazgo en el PS, entendió que el momento requiere de actos unitarios, porque solo con acciones ejemplares se creará la energía que permitirá enfrentar la actual ofensiva conservadora.
Una carta única del Socialismo Democrático en las elecciones primarias, que ocurren en solo 50 días más, otorga una mayor posibilidad de que el resultado entregue una candidatura capaz de disputar con éxito las presidenciales.
La decisión de Paulina Vodanovic fue relevante. Aunque era portadora de un mandato que le hubiese permitido llegar hasta el final en esta primaria, optó por hacer prevalecer un interés general, pensando en el país. Más allá de cómo puedan haber pesado los datos de las encuestas, es importante subrayar que estos gestos son muy poco frecuentes en la política chilena actual.
Sin ir más lejos, observemos la sucesión de desgarros, divisiones y subdivisiones con que la derecha está concurriendo a las próximas elecciones y las dificultades que está teniendo la candidatura de Matthei para generar una conducción coherente en su campaña.
Los ciudadanos buscan liderazgos capaces de construir y dialogar para proveer gobernabilidad, y las rencillas y desvaríos los inquietan. Las fuerzas políticas que no son capaces de comprender esto pierden puntos.
En el ciclo electoral que pronto iniciamos, lo primero que ocurrirá es una primaria oficialista que, esperemos, sea ordenada, atractiva y convocante, en cuya campaña se escuche el llamado a la unidad y a la renovación acertadamente expresado por la expresidenta Bachelet. Solo así será posible que de su resultado emerja una candidatura capaz de enfrentar con fuerza todo intento de forzar un cuadro de polarización, que es lo que la derecha promueve en todo el mundo.
Esa estrategia, la del miedo, consigue, en determinadas circunstancias, ciertos resultados, valiéndose de la confrontación y las noticias falsas, pero no corresponde a las aspiraciones de un país cansado de rencillas que necesita buscar un camino de acuerdos no solo para enfrentar la crisis de seguridad en que se encuentra, sino también el desarrollo justo que en la última década ha sido tan esquivo.