Según el Foro Económico Mundial, ESG se refiere a “la información ambiental, social y de gobernanza sobre una empresa” e indica que se “toman en serio sus responsabilidades ambientales y sociales”. Grandes corporaciones como Black Rock, Goldman Sachs o JP Morgan, que han adherido a la ideología del ESG, la han forzado sobre otros negándose, por ejemplo, a entregar capital a empresas más pequeñas o a incorporar en sus portafolios acciones de empresas que no cumplen con criterios ESG. Como consecuencia, estados republicanos y “swing states” han reaccionado. Solo en 2022, 44 leyes en 17 estados fueron aprobadas sancionando a Wall Street.
El sistema de puntaje que se asigna a las empresas por cumplir con criterios ESG resulta cuestionable. La multinacional Phillip Morris dedicada a la producción de cigarrillos, por ejemplo, recibió en 2023 de parte S&P Global Ratings mayor puntaje de ESG que Tesla (84 versus 37 puntos). Esto aun cuando los cigarrillos matan 8 millones de personas todos los años según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La explicación es que empresas tabacaleras han puesto énfasis en la diversidad genital y racial de sus empleados, además de promover que hombres que se identifican como mujer puedan competir en deportes femeninos. Como Tesla, liderada por Elon Musk, se ha opuesto a seguir esta ideología, entonces obtiene menos puntaje.
Pero es aún peor. En 2022 Andy Kessler reportaba en The Wall Street Journal que Black Rock engañaba al mercado utilizando el mantra del ESG. El fondo ETF ESG tenía casi las mismas participaciones principales que su ETF normal del S&P500, incluyendo Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet, Tesla, Nvidia, JP Morgan Chase, Johnson & Johnson y UnitedHealthcare. Lo que eliminaba era Berkshire Hathaway y aumentaba la proporción de Meta y Home Depot. Ahora bien, las comisiones del fondo ESG eran del 0,15%. Mientras tanto, el fondo indexado básico de BlackRock, iShares Core S&P 500 ETF, cobraba solo 0,03%. Según The Wall Street Journal, “BlackRock cobra cinco veces más por cambiar algunos nombres y etiquetar el fondo como ESG…”. Kessler concluyó que para BlackRock, “ESG e inversión sostenible no parecen estar relacionados con una inversión responsable o socialmente justa; simplemente representan un modelo de negocio lucrativo”.
Un trabajo de investigación de dos académicos de LSE y Columbia Business School en 2022 confirmó la conclusión de Kessler de que los fondos ESG son engañosos: “Nuestros hallazgos sugieren que los fondos socialmente responsables no parecen cumplir con las proclamaciones de preocupación por todas las partes interesadas (stakeholders)”.
Un artículo del profesor Sanjai Bhagat en Harvard Business Review en 2022 llegaba a la misma conclusión. Según Bhagat, hacia 2021 había 2,7 billones —trillions en inglés— de activos ESG bajo administración en el mundo, de los cuales un 81% se encontraba en fondos europeos y un 13% en americanos. Estos fondos, añadió, tenían un peor desempeño que los fondos sin objetivos ESG. Pero, además, las empresas ESG tenían un menor cumplimiento de leyes laborales y criterios medioambientales que las demás. Aquellas que habían firmado los principios de inversión responsable de la ONU tenían, no solo peor desempeño económico, sino que no habían mejorado en nada el cumplimiento de ESG.
Para los ejecutivos, en cambio, el mito de ESG resulta útil pues hablan de ESG de modo de desviar el foco de atención y encontrar mayor aceptación de sus resultados mediocres frente al público y los accionistas. En cambio, cuando superan las proyecciones, prácticamente no mencionan ESG, ni la preocupación por los stakeholders. Esto lleva a que los ejecutivos tengan incentivos a sobre invertir en empresas que públicamente alaban el ESG, pero que tienen peor desempeño financiero. Un estudio publicado en Journal of Financial and Quantitative Analysis en 2023 concluía que: “En conjunto, nuestros hallazgos sugieren que el énfasis en los objetivos centrados en las partes interesadas proporciona a los directivos una excusa conveniente que reduce la responsabilidad por el mal desempeño de la empresa”. Pero, los problemas de la ESG no terminan ahí. La inexistencia de criterios comunes entre quienes miden objetivos ESG es escandalosa. Algunas empresas priorizan el medio ambiente, otras la inclusión, diversidad racial, etc.
Un estudio publicado en Review of Finance en 2022 que analizó los seis principales rankings de ESG que son elaborados por las agencias Kinder, Lydenberg and Domini (KLD), Sustainalytics, Moody's ESG (Vigeo-Eiris), S&P Global (RobecoSAM), Refinitiv (Asset4) y MSCI, concluyó que la correlación entre los índices iba de 0,38 a 0,71. Esta divergencia, afirmaron los autores, causa varios problemas entre los que se encuentra la dificultad de evaluar el desempeño de fondos y portafolios ESG de las compañías, distorsiones en los precios de activos ESG, selección parcial de los ejecutivos solo para acumular puntos ESG en un cierto ranking y obtener mejores remuneraciones, y la imposibilidad de llegar a resultados fiables que permitan medir y comparar a las empresas.
Otro estudio elaborado por los profesores de Harvard Law Lucian Bebchuk y Roberto Tallarita concluyó que cuando se trata de aplicar criterios ESG para evaluar la compensación de CEO de empresas, no hay manera de tener información confiable y que, finalmente, no se beneficiaban ni los dueños de las empresas ni tampoco los stakeholders: “Concluimos que el uso actual de métricas ESG probablemente sirve a los intereses de los ejecutivos, no a los de las partes interesadas”.
Así las cosas, parece ser que el Nobel de Economía Milton Friedman tenía razón cuando en 1970 afirmó que los empresarios que creen que las empresas deben promover fines “sociales” eran “marionetas inconscientes de las fuerzas intelectuales que han estado socavando la base de una sociedad libre”.