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Cartas
Sábado 10 de mayo de 2025
A 80 años de la Gran Victoria sobre el nazismo
Por más sufrimiento que nos ocasionara el genocidio por parte de la Alemania nazi, la guerra no fue contra el pueblo alemán. El enemigo fue el nazismo. 27 millones de vidas de ciudadanos soviéticos, masacres como la de Jatýn en Bielorrusia, cuyos habitantes fueron quemados vivos con sus hijos, o de Babi Yar, cerca de Kiev —donde en dos días fusilaron a 33.000 civiles—, nadie y nada está olvidado.
Para que la historia no se repita hay que aprender de ella. Y la lección más importante es que el nazismo no vino de la nada. Hace un siglo, Occidente se enfocó en destruir a la joven Rusia soviética. El Führer —figura ideal para esto— se alimentó ideológicamente de la “Unión británica de fascistas” de Mosley, de las teorías de superioridad racial de Galton (eugenesia) y de Chamberlain, a quien Goebbels llamó “el padre de nuestro espíritu”, entre otros. EE.UU., a su vez, con gigantes inversiones permitió a Hítler multiplicar por 42 el ejército alemán en pocos años, dotándolo de armas más modernas. Datos confirmados por numerosas evidencias de Nuremberg y citas documentales de la cúpula inglesa y norteamericana.
La idea era botar al monstruo de Berlín una vez que cumpliera su rol. Pero el fascismo no solamente produjo la catástrofe más grande de la historia de la humanidad, sino que se salió de control y mordió a sus patrones, bombardeando Londres y declarando la guerra a EE.UU. en 1941. Lo mismo pasó cuando terroristas de Al Qaeda, creados por EE.UU. en 1988 contra la URSS en Afganistán, y luego adiestrados para desestabilizar a Rusia en Chechenia, derribaron las Torres Gemelas en Nueva York en 2001.
Hoy Occidente tampoco quiere aprender. Con fines geopolíticos vuelve a sacar a la luz el nazismo en Ucrania, y tras instalar en 2014 ahí, por golpe de Estado y bajo pancartas falsas de “libertad”, “derechos humanos” y “democracia”, un régimen fascista de odio a todo lo ruso, desencadenó una nueva guerra. Todo para imponer allá las instalaciones de la OTAN y realizar planes de un chantaje nuclear en nuestras fronteras.
Ante trenes con nazis armados que partían a Crimea a imponer un nuevo régimen, la península se resiste, y con el 97% de votos en un referéndum opta por reunificarse con Rusia. En ocho años de bombardeos y masacres de batallones nazis “Azov”, más de 14.000 civiles en Donbás fueron asesinados solo por rechazar la política antirrusa que proclamó a sus habitantes como “especies” a ser expulsadas (notoria fue la frase de Zelensky “maleta–ferrocarril–Rusia”).
Al desencadenar una guerra contra su pueblo, Kiev destruyó con sus propias manos la integridad territorial del país, ya que el Derecho Internacional en 1970 estableció que el principio de la integridad territorial se aplica solamente a los Estados cuyos gobiernos representan a toda la población que vive en su territorio. Claro está que matando a los habitantes de Donbás el régimen en Kiev ya no los representaba más.
La operación militar especial de Rusia en Ucrania para acabar con esta guerra, defender y garantizar la seguridad al pueblo de Donbás, desnazificar Ucrania y no permitir nuevas amenazas para Rusia desde su territorio, ya está en su etapa final. Al igual que después de Napoleón y Hitler, el nuevo fracaso de quienes erróneamente se consideran dueños del mundo, inevitablemente aflojará su presión neocolonial sobre la mayoría de los Estados del orbe y les traerá nuevas oportunidades para un desarrollo soberano.
No existen nazis “buenos”. Al aprender esto y solucionar las causas de fondo, es decir, respetar los intereses nacionales de cada país, se acaba el conflicto en Ucrania y otros más. Entender esto no depende de la condición social, ser de derecha o izquierda, u otras preferencias personales. El tema es tomar el partido de la guerra o el de la paz.
Vladimir G. Belinsky
Embajador de la Federación de Rusia en Chile