La semana recién pasada fue anunciada la extensión del contrato para la realización del GP de Miami hasta 2041. Con esto, la cita en Florida se transforma en la más longeva del calendario actual, y solo confirma lo exitosa que ha resultado esta apuesta en un escenario tan artificial como los yates anclados en cemento pintado de azul turquesa que decoran el trazado del circuito en torno al Hard Rock Stadium.
¿Es una buena noticia? Para los que disfrutan de un evento esencialmente farandulesco por supuesto que lo es. La concentración de millonarios, músicos, actores y políticos es única, así como el ambiente festivo y excesivo que prevalece en un gran show en el que la carrera de F1 es un elemento más, casi un justificativo. El objetivo de Liberty Media, actuales controladores de la Fórmula 1, así como el de los organizadores del GP de Miami, se ve cumplido con creces y de allí el compromiso por los próximos 16 años.
Pero la noticia hace ruido, porque ratifica cuál es la visión de Liberty respecto al enfoque futuro, privilegiando intereses económicos y de show business por sobre lo deportivo, y sobre todo dejando de lado ciertas tradiciones que han permitido consolidar la F-1 como un espectáculo deportivo de carácter global.
Mientras se agregan locaciones sin historia ni identidad, el caso de las de Asia y Medio Oriente por un lado, o Miami y Las Vegas por el otro, en su mayoría circuitos urbanos corriendo entre murallas de cemento que los hacen muy parecidos entre sí, hace años que no hay GP de Alemania ni GP de Francia, y como guinda de la torta el GP de Bélgica en el fascinante Spa-Francorchamps pasará a ser una competencia bienal a partir de 2026.
Está claro que “con plata baila el monito”, pero lo importante sería no deformar al “monito” hasta un nivel que lo vuelva irreconocible. La Fórmula 1 se construyó sobre bases humanas y técnicas que han legado una historia notable, la que parece es desconocida, o lo que es peor, no les importa a los actuales controladores. La realidad nos dice que no son tiempos para idealismos, los millones mandan.
Alejandro Schmauk