Se efectuó la entrega del informe de la Comisión para la Paz y el Entendimiento, que concierne a cuatro regiones del país que por largo tiempo no han tenido ni una ni otro, es decir, ni paz ni entendimiento duraderos. Se trata de un documento que a partir de su publicidad deberá producir un examen sereno, completo y detallado de su texto, un examen hecho con rigurosidad y buena fe, lo mismo que la indicada Comisión hizo durante los dos años destinados a recoger información y a dialogar entre los integrantes de la Comisión y con múltiples actores de esas regiones.
Pero en medio de primarias y de otras muy próximas votaciones populares, ya en los días previos a la entrega del informe, y sin haber tenido ocasión siquiera de leerlo, y menos de estudiarlo, todo un sector político del país —la mayor parte de la derecha—, asilándose en que solo uno de los ocho comisionados no concurrió a la aprobación del informe, y esto a punto de conseguir la unanimidad, provocó con ello una forzada renuncia al partido político de una integrante de la Comisión, quien estuvo por aprobar el documento, optando por sujetarse a su conciencia antes que a una orden de partido que se le dio con tanta altanería como para decirse de ella que no “cualquiera” puede militar en ese partido.
O sea, lo de casi siempre en nuestra política: partidismos extremos, oportunismo empobrecedor, y una flagrante mezquindad y arrogancia. Sabemos que la actividad política no se asemeja en nada a los suaves y elegantes pasos del ballet clásico, pero uno habría esperado que prácticas como aquellas serían evitadas tratándose de una materia como el conflicto armado en cuatro regiones del país. Bueno, también desaprovechamos tres posibilidades de llegar a tener una nueva Constitución (la del segundo gobierno de Michelle Bachelet y las dos más recientes que naufragaron al no conseguir aprobación de la mayoría), sin olvidar una cuarta: la que por unanimidad abrió la así llamada “Comisión Experta”, más numerosa y tan plural como la Comisión de que estamos tratando ahora. Tan plural en su conformación como en la copresidencia que ejercieron dos figuras públicas de muy distintas ideas políticas.
Dije “arrogancia” por lo señalado antes con la palabra “altanería”, y agregué “mezquindad” porque se puede tener la seguridad de que la falta de unanimidad en la reciente Comisión, ya prácticamente conseguida al término de su trabajo, obedeció a que el sector que negó la unanimidad, y que hace varios días voceaba su rechazo al informe antes aun de haberlo conocido, temió con su aprobación unánime que el Gobierno y sus fuerzas políticas se anotaran un punto a favor. Nuevamente la mezquindad de los intereses propios por sobre los del país.
Pero se está muy lejos de haberlo perdido todo, salvo el honor de algunos, puesto que el informe entregado anteayer será un valioso aporte para avanzar en pacificación y entendimiento en la macrozona sur. Un informe que a partir de este y futuros gobiernos se expresará en nuevas políticas públicas sobre la materia, proyectos de ley, resoluciones administrativas, e incluso en alguna probable reforma constitucional o ajuste a algún tratado internacional.
Ese tendrá que ser el largo camino si realmente se quiere suficiente paz, entendimiento y justicia, en vez de la constante militarización de una parte significativa del territorio. Se abrirán debates públicos, y cada cual tendrá que asumir la responsabilidad por sus acciones, dichos y propuestas, recordando que lo más propio de una república es la búsqueda del bien general y no el propio de una formación en particular.