No existen dos lecturas para el futbolero común sobre la expresión “jugar de chico a grande”: significa unívocamente que un equipo toma como opción plantear el partido defensivamente ante un rival teóricamente superior.
Vale. El concepto está relativamente claro. Pero de ahí en adelante, surgen un montón de interrogantes sobre este válido planteamiento táctico-estratégico: ¿Se utiliza con el objetivo de ganar o, simplemente, de no perder? ¿Es una idea que solo indica respeto y miedo o que apunta a establecer una forma de juego que equilibre fuerzas? Su denostación como ideario de juego, ¿es dogmático o solamente estético?
Hay harto paño que cortar en este tema.
Ciertamente, existe una especie de denostación cuando se dice que un equipo se planta en la cancha de esta manera. Quienes se sienten del lado del lirismo más puro, tienden a criticar esta forma de enfrentar un encuentro, basados en un principio que no deja de ser debatible: que, para ganar un partido, la única forma de hacerlo es atacando constantemente. Incluso para ellos, esto se trata solo de hacer un gol más que el rival.
Y eso, claro, no es una verdad absoluta.
Pero tampoco lo es aquello que dicen los defensores de este modo de juego: plantarse de chico a grande es una manera “inteligente” de enfrentarse ante un rival superior. César Luis Menotti decía que, cuando le escuchaba eso a un colega, él lo traducía como que iba a hacer “un partido de mierda”.
No. Por supuesto que ninguna de esas posturas son ciertas de modo absoluto.
Son pedazos de realidad, pero no alcanzan para transformarse en máximas del fútbol.
Plantearse “de chico a grande” parece ser una forma válida de jugar porque, de alguna forma, es la expresión lógica de una circunstancia y, además, puede ser la obvia forma no solo de tratar de inhibir la superioridad del rival, sino que también potenciar las cualidades propias. Si no se tienen mejores jugadores que el adversario, si aquel tiene una capacidad colectiva superior, ¿por qué ha de ser foco de crítica exponer una estrategia que le dé a un equipo la opción de nivelar la competividad?
Claro, cuando eso simplemente es fruto de la inoperancia, de la poca capacidad técnica de buscar soluciones, “jugar de chico a grande” parece ser burdo. Y si así y todo no alcanza para conseguir el objetivo (ganar o no perder) entonces es ampliamente criticable (que es lo que pasó este fin de semana con Universidad Católica ante Universidad de Chile).
Pero cuando un entrenador diseña uno modelo de estos, su equipo logra exponer en la cancha los conceptos que lo rodea y, más encima, consigue el objetivo del resultado, es improcedente denigrar este planteamiento (los ejemplos son múltiples y no se resaltan como fue el triunfo de la U ante Estudiantes de la Plata en Argentina, por la Copa Libertadores).
En el fútbol, atacar es un arte y ciertamente, defender es una ciencia. Y ambas expresiones, si son bien expuestas, correctamente ejecutadas y consiguen sus objetivos son igualmente plausibles.
Dejemos de lado las caricaturas.