La calidad de la educación es y será la base de la cohesión y desarrollo social, de la seguridad, integración e inclusión y del crecimiento económico del país. Con el objeto de avanzar hacia una mejor educación para nuestros niños y jóvenes, es necesario sistematizar y plantear algunas prioridades y desafíos en las diferentes etapas del proceso educativo.
La educación inicial sin duda es la base de la pirámide educativa; por ende, es necesario instalarla como un tema prioritario, asignándole la importancia y recursos que requiere y merece. Esto significa aumentar de manera significativa la cobertura y calidad en el tramo de 0 a 3 años; avanzar en el acceso universal a la sala cuna; incorporar la participación de los padres y madres; atraer a las mejores educadoras de párvulos y su personal asistente; remuneraciones competitivas y prioridad en la inversión.
Respecto de la educación escolar, es clave seguir avanzando en la reinserción educativa; trabajar en el cuidado de la salud mental de las comunidades; instalar la capacidad de leer como un aprendizaje fundamental; revisar los contenidos curriculares y las nuevas metodologías docentes; valorar el esfuerzo y el mérito; poner énfasis en la convivencia escolar y reforzar el sentido de autoridad de los profesores. La formación y carrera docente junto con la atracción de los mejores estudiantes a las pedagogías son los aspectos clave para incrementar la calidad de la educación. Además, es crucial potenciar el liderazgo escolar, es decir, la formación de los mejores directivos, factor esencial en la conducción del proceso educativo.
En la educación secundaria se deben disminuir las brechas académicas de la población más vulnerable; reevaluar el sistema de admisión; potenciar el razonamiento matemático y el pensamiento crítico; poner en el centro a los estudiantes y revisitar las políticas de integración de los niños con necesidades educativas especiales. Es crucial una actualizada discusión respecto de las implicancias de la inteligencia artificial (IA) en la educación. Además, se requiere tener una reflexión de la calidad de la educación pública; revisar las experiencias actuales en los traspasos de los SLEP; perfeccionar la subvención escolar y reevaluar el estado financiero del sistema.
Respecto al desarrollo de la educación superior, se requiere avanzar en la calidad y desarrollo de las instituciones. Una mayor flexibilidad curricular, formación integral, interdisciplina, énfasis en la enseñanza de la ética y revisar los contenidos curriculares para adaptarse a los cambios en el conocimiento serán medidas necesarias. Se requiere la incorporación de la IA a las labores docentes; mayor colaboración entre las instituciones; potenciar la internacionalización y seguir avanzando en las políticas de inclusión. El apoyo a la investigación es clave, lo que requiere prioridades y políticas de largo plazo, con adecuado financiamiento. Además, junto con fortalecer la educación superior pública, se requiere apoyar a los diferentes proyectos universitarios que aportan relevantes bienes públicos.
Es importante potenciar el desarrollo de la educación superior técnico-profesional, una palanca de crecimiento personal, familiar y del país, así como destacar la sustentabilidad al interior de los proyectos universitarios y el compromiso público de la educación superior a través de su vinculación con el medio. Por otra parte, es muy relevante un nuevo análisis de las políticas de financiamiento de la educación superior, que consideran la gratuidad, becas y créditos. Actualmente se discute en el Parlamento un proyecto que, junto con abordar una propuesta para los actuales y futuros créditos universitarios, presenta muy serios riesgos para la estabilidad y el crecimiento del sistema al afectar la autonomía y el financiamiento de las instituciones con la eliminación del copago en la gran mayoría de los estudiantes.
En suma, las prioridades y desafíos planteados tienen por objetivo abrir la discusión en temas que son de gran importancia para nuestro sistema educativo. Incluye sus diferentes etapas, con variadas aristas y posiciones que van a impactar la formación de nuestros niños y jóvenes y, por ende, el desarrollo del país. La educación requiere una mirada de largo plazo, con compromisos amplios que permitan presentar de manera consensuada un proyecto país de cara al año 2050. Es un camino fructífero para avanzar hacia una mayor cohesión social y un desarrollo sustentable.
Ignacio Sánchez D.
Profesor titular Pontificia Universidad Católica de Chile