El Mercurio.com - Blogs : Polvorín de Cachemira
Editorial
Martes 06 de mayo de 2025
Polvorín de Cachemira
Alarma la posibilidad de un enfrentamiento entre dos potencias nucleares.
Pakistán ha elevado el nivel de tensión de las relaciones con India, su histórico rival, al hacer pruebas de misiles como advertencia a su vecino de que está “preparado para frustrar cualquier agresión contra su integridad territorial”. El gobierno paquistaní teme que India tome una represalia militar por el ataque ejecutado por militantes musulmanes hace algunas semanas en la parte de Cachemira administrada por India, donde murieron 26 turistas hindúes. Alarma la posibilidad de una eventual guerra entre dos potencias nucleares, en un momento de gran inestabilidad global.
Desde la partición del subcontinente, en 1947, ambos países disputan el control de esa región ubicada al noroeste de los Himalayas, lo que ha derivado en tres guerras y esporádicas escaramuzas en la “línea de control”, una frontera de facto establecida en 1971. El ataque a los turistas ha sido uno de los peores atentados contra civiles en los últimos veinte años, y las autoridades indias, como en ocasiones anteriores, culpan a Islamabad de dar apoyo y cobijo a los terroristas, lo que es desmentido por el gobierno de Shebaz Sharif.
India posee armas nucleares desde la década de 1970, mientras Pakistán hizo su primera prueba en 1988. Desde ese momento se presume que ambos países han apilado más de 170 armas cada uno. Mientras India asegura que son elementos disuasivos y solo usaría su arsenal si es víctima de un ataque nuclear, los paquistaníes tienen una doctrina “de disuasión de espectro total”, lo que significa que podrían usar armas tácticas para contrarrestar ataques convencionales indios junto a una amenaza nuclear. Existe un pacto entre ambos países para no destruir las instalaciones nucleares del vecino, y desde su vigencia han intercambiado la información actualizada. En esta crisis, ninguno ha amenazado con recurrir a su arsenal, pero siempre está latente esa posibilidad.
Por ahora, las represalias mutuas se han limitado a cortar vínculos comerciales, cerrar espacios aéreos, suspender visas, expulsar diplomáticos y, en una medida que Pakistán considera de la mayor gravedad, India puso en el congelador un acuerdo de 1960 que regula el suministro de aguas de varios ríos. A su vez, Islamabad dejó en suspenso un tratado de paz, firmado después de la guerra de 1971. En ocasiones anteriores de tensión por ataques y atentados —como el de 2008, en Mumbai— los buenos oficios diplomáticos de terceros países lograron desescalar la situación, y lo mismo se espera ahora. Estados Unidos, China y Rusia han hecho llamados a evitar un conflicto. Pakistán ha acudido a los países aliados del Golfo, mientras India hizo consultas con los del G7. Un actor inesperado es el canciller iraní, Abbas Aragchi, quien viajó hasta Islamabad ofreciéndose como mediador, y se espera que en los próximos días vaya a Nueva Delhi.
Tanto Sharif como Narendra Modi, el líder indio, deben resistir presiones internas para escalar el conflicto. Los nacionalistas hindúes son favorables a una respuesta bélica y, sabiendo de la superioridad militar frente a Pakistán, incitan a tomar ese camino. Voces más moderadas probablemente convencerán a Modi de que la negociación y el diálogo son los únicos caminos posibles, si no para resolver el histórico conflicto, al menos para evitar las fatales consecuencias de una guerra.