La juventud comunista, promocionando unos trapos colgando de los pies con el nombre de Kast y Kaiser bajo el rotulo de nazis; y la juventud socialista, festejando el natalicio de Lenin, protagonizaron un peligroso retroceso civilizatorio en los últimos días.
El tuiteo de los jóvenes comunistas iba acompañado del himno del Frente Manuel Rodríguez de Patricio Manns. El del Partido Socialista por una imagen de Lenin puño en ristre emergiendo de unas rosas rojas.
Jóvenes comunistas y jóvenes socialistas avivando la revolución desde la plataforma del capitalismo (la X de Elon Musk). Desconociendo la carga de sus acciones. Desconociendo el pasado. Desconociendo el impacto de sus posteos.
Los jóvenes comunistas, que siempre están alerta ante cualquier amenaza fascista en nombre de la tolerancia, colgaron la imagen grotesca y aterradora. Hacía recordar a tantas revoluciones en los cuales el enemigo fue destruido y colgado. También evocaba a esos políticos asesinados por el narcotráfico en México. Pero, en especial, daba cuenta que todo sigue donde mismo. Que el punto de partida no ha cambiado. Que el principio sigue siendo el final.
Los jóvenes socialistas, por su parte, resucitando a Lenin como ídolo pop. El que decretó “salvaguardar a la República Soviética de los enemigos de clase” aislándolos en campos de concentración. El que autorizó el uso de gas letal para matar a los campesinos en el levantamiento de Tambov. El que controló la agricultura requisando la producción de los campesinos a punta de pistola. El que gracias a sus políticas desastrosas dio paso a la muerte por hambre de al menos tres millones de personas en 1920.
La performance de los muñecos tuvo alta connotación pública y fue altamente rechazada. La performance de Lenin pasó casi inadvertida. Ambos representaron un gran retroceso.
La baja adhesión a principios democráticos básicos del Partido Comunista no es sorpresiva. Desde la revolución soviética en adelante ha sido una condición inherente a los lugares en los que el partido ha gobernado. Paradójicamente, hay que recordar que en 2019 (con 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones) la Unión Europea situó oficialmente al comunismo al mismo nivel que el nazismo, tras aprobar una resolución en la que se condenó que “ambos regímenes cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones, y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad”.
La baja adhesión a principios democráticos básicos de la juventud del Partido Socialista si sorprende. Desde la vuelta a la democracia el PS ha dado muestras claras de credenciales democráticas. Y ha sido bajo su influjo que este gobierno ha podido brasear para llegar a la orilla, dejando de lado el infantil maletín refundacional con el que se instaló.
Lo de la juventud comunista no sorprende, la de la juventud socialista sí. Y si bien Marx decía que el socialismo era el paso previo para llegar al comunismo, hoy su expresión representa cosas muy distintas. A un lado la izquierda democrática, al otro lado la otra.
La campaña de estas primarias es una oportunidad para mostrar diferencias profundas, más que matices, y dar cuenta que si bien en un caso el posteo pudo representar la esencia de un partido, en el otro no se trató más que de un error de juventud.
Mal que mal, como dijo ese viejo escritor irlandés: “La juventud es una enfermedad que se cura con los años”.