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Editorial
Martes 29 de abril de 2025
Corta aventura presidencial
En pocos días, el PS dañó sus relaciones con el resto del oficialismo, hipotecó su propia imagen y se debilitó como fuerza.
En menos de un mes, el Partido Socialista ha mostrado una capacidad sorprendente para dilapidar capital político. Desde que a principios de abril, el Tribunal Constitucional (TC) resolviera la cesación en el cargo de la ahora exsenadora Isabel Allende, la colectividad inició una deriva que no solo dañó gravemente sus relaciones con el resto del oficialismo, sino que además hipotecó su propia identidad como un partido responsable, capaz de aportar racionalidad en la discusión pública. Así, la “bajada” ayer de la carrera presidencial por parte de su timonel, la senadora Paulina Vodanovic —a la luz de las encuestas, pocos chilenos llegaron a enterarse de que era candidata—, aparece como el corolario luego de tres semanas de pérdida de rumbo.
Era entendible que cuando el pasado 3 de abril “El Mercurio” anticipó en sus canales virtuales la decisión del TC, ello generara impacto en el PS, dado tanto el peso histórico del apellido Allende como el papel cumplido dentro de sus filas por la exparlamentaria. Tenían razón los dirigentes al expresar molestia por la incompetencia con que el Gobierno había llevado a cabo el proceso de compra de la casa de Guardia Vieja, que significó el fin de la carrera política de su militante más emblemática. Pero la ira frente al Ejecutivo instaló un velo sobre las responsabilidades de la propia parlamentaria: en la lógica partidaria, ella era simplemente intocable, y cualquier cuestionamiento, un tabú. A tal punto llegaron en ese sentido la desmesura y el victimismo, que congresistas reclamaron públicamente, sin rubor, por el hecho de que las dos juezas constitucionales nombradas por el Presidente Boric hubieran votado en favor de la inhabilitación. Hoy, cuando se conocen más antecedentes del caso, se hace patente el desatino de aquellas reacciones, que se vuelven duramente en contra del partido.
Es cierto que en el socialismo la idea de levantar una carta presidencial propia estaba en el aire desde antes. Muchos no se resignaban a la decisión de la expresidenta Bachelet de no ser candidata, al tiempo que la figura de Carolina Tohá (PPD) no los convencía por una suma de razones: su discreto desempeño en las encuestas, su identificación con el establishment concertacionista y —tal vez la más relevante— la falta de señales por parte del PPD para compensar parlamentariamente un apoyo socialista a la exministra. Pero si tales consideraciones pesaban en muchos, la ola de chovinismo partidario que el caso Allende instaló terminó de empujar las cosas en favor de la proclamación de Paulina Vodanovic. Contribuyó, además, el entrecruzamiento con el proceso de renovación de su directiva que se llevaba a cabo en paralelo. Por una parte, porque la negociación para cargos partidarios permitió asegurar apoyos para proclamar como presidenciable a la timonel. Por otro, porque el sólido triunfo de esta en los comicios internos parece haber obnubilado a sus partidarios, cual si una elección donde votaron 15 mil militantes pudiera compararse con una primaria nacional.
Para quienes ese dato no pasó inadvertido fue para un conjunto de figuras históricas —o barones— socialistas, entre las que paradójicamente estaba la propia Allende. Advirtieron estos el doble riesgo que la aventura de Vodanovic entrañaba. Uno, dividir la votación de la centroizquierda al grado de permitir con ello el triunfo del PC o del Frente Amplio en la primaria oficialista, enterrando al Socialismo Democrático como proyecto. Dos, llegar en último lugar en esa contienda y perder la capacidad negociadora para la conformación de las listas parlamentarias. A esa disidencia pudo la timonel mantenerla a raya por algunos días, gracias a su control del aparato interno, jugando al clivaje de élites versus pueblo socialista. Pero a la larga, se impusieron la presión del establishment, las encuestas —en la última Cadem, bajó del 1% en mención espontánea— y las crecientes dudas, incluso, de algunos en teoría cercanos.
La corta candidatura de Paulina Vodanovic y la extraña forma en que se imbricó con el caso Allende dejan un balance deplorable para el PS, que llega sin carta propia a la primaria y enfrenta debilitado el ciclo electoral que ahora parte. Con todo, tal vez lo más lamentable es que, aun desordenada y contradictoriamente, la senadora Vodanovic levantó en estos pocos días algunos puntos interesantes. Es evidente que había una dosis de oportunismo en su reclamo por los costos que le ha traído al PS ser parte del Gobierno: ella misma hizo antes campaña interna destacando la cantidad de cuadros partidarios a los que había logrado incorporar al Ejecutivo. Pero sus cuestionamientos a las políticas identitarias, su rechazo a la cultura woke y su reivindicación del universalismo como norte para la izquierda son ideas que el sector no debiera desdeñar, por errática que haya sido su conducción durante el último mes.