Con el tiempo Evelyn Matthei se ha ido desdibujando en vez de fortalecerse. Mantenerse a la cabeza en las encuestas es casi una anomalía en este momento electoral en que estamos. Ellas no muestran tanto una situación expectable, como la existencia de un respaldo popular sostenido en el tiempo, que la elevó para encabezar la alternativa de oposición. Sin embargo, de parte de ella no ha habido una respuesta a la altura de la demanda ciudadana. Ha fallado en asumir el liderazgo trascendente que se le pide a un candidato opositor en las actuales circunstancias. El resultado es el sostenido perfilamiento de la dupla K y K como alternativas válidas, y que ahora le disputan la fortaleza electoral opositora que hasta hace unos meses era su monopolio.
Ha gastado mucho tiempo en formar un grande y destacado elenco de figuras de relieve para definir su plan de gobierno. Es muy importante, sin duda. Pero ese plan vale nada sin un líder que sepa jugarse por él con inteligencia y habilidad para sortear los inevitables escollos que presentará el camino y no defraudar a su electorado. Pero también se ha desgastado en vacuos llamados a la unidad hacia sus rivales de la derecha, en circunstancias de que no ha mostrado un liderazgo que convoque a todas las fuerzas de oposición, por aparte de los muñequeos de los caudillos de Chile Vamos, pacto que no suscita una confianza plena en el electorado opositor cansado de politiquería, lo que ha permitido el encumbramiento de sus rivales.
Actualmente el país está en medio de un proceso de revolución refundadora que se despliega en modo suave (soft), porque no acepta la derrota de su proyecto constitucional e insiste buscando resquicios por todos lados. En medio de un proceso de decadencia institucional originado grandemente en la confusión, vacío e incapacidad del mundo político. Y en medio de un incremento rampante de la violencia que amaga la normalidad de la vida cotidiana de todos y frena todo tipo de emprendimientos que fortalezcan material y espiritualmente al país.
Frente a este cuadro se quiere una figura de peso, empática y no solo eficiente, para enfrentar la tormenta. Y aquí es donde ha fallado Matthei a pesar de sus condiciones: una líder que encabece la batalla de fondo. Los problemas de salud, educación y desarrollo deben encuadrarse dentro de los tres planos de nuestra crisis. No se trata de ser duro o extremista, se requiere de un líder trascendente que asuma la conducción, aúne los diferentes grupos y señale un camino al futuro.